sábado, 14 de marzo de 2015

Equivocarse no es fracasar

Dicen por ahí que el mundo se divide en dos tipos de personas, los optimistas y los pesimistas. La realidad es que todas las personas tenemos un poco de ambas pero es verdad que tenemos la tendencia de acercarnos a una posición o a otra.

Esta predisposición que existe entre los optimistas y pesimistas no impide que la mayoría de las personas recordemos más los sucesos positivos en nuestra vida que los fracasos; seguramente será por que los éxitos van reafirmando nuestra personalidad y los fracasos son algo que no queremos recordar. Antes, hablar de fracaso era algo que costaba trabajo, hoy se hace apología del fracaso como un requisito indispensable para ser una persona exitosa. A muchos les gusta hablar del fracaso pero sigue siendo muy difícil aprender de él.

Saber diferenciar entre la equivocación y el fracaso es más cotidiano, es darnos cuenta que en el día vamos acumulando pequeños éxitos y pequeños fracasos que debemos ser capaces de distinguir, sin querer cambiarle el nombre, sin autoengaños, siendo muy claros al llamar las cosas por su nombre. No dejarnos llevar por lo que la gente piensa sobre el éxito o el fracaso de nosotros mismos, es algo personal, íntimo que solo surge de la introspección y de la reflexión interior.

Todos tenemos una gran lista de sucesos que no son agradables en nuestra actividad profesional, pequeños micro fracasos que requieren de nuestra inteligencia emocional para darle la vuelta rápidamente, pero sobre todo para no perder el impulso por intentarlo nuevamente con la seguridad de que el error es parte de la vida y una oportunidad de aprendizaje.

No podemos dejarnos llevar por el miedo y por la desconfianza, debemos estar muy seguros de nuestras capacidades y ponerlas en juego una vez más, convencidos de que con el paso del tiempo, si las hemos ejercitado, esas capacidades irán en aumento: “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Aún en esos momentos difíciles en lo que se acumula una racha de pequeños fracasos que nos pueden hacer dudar de nuestra capacidad debemos intentarlo de nuevo, las capacidades siguen ahí esperando un nuevo reto.

Debemos dejarnos influir por la filosofía LEAN: “construye, mide, aprende” en forma iterativa, lo que te permite, que la siguiente construcción vaya superando la anterior retomando aquellas cosas que van generando más valor. Lo verdaderamente importante es que en cada iteración exista un aprendizaje real y que no lo veamos sólo como un peldaño más para evitar equivocarnos en lo mismo, mejor en algo distinto que nos ofrezca una nueva oportunidad de aprender.

Como lo menciona Luis Huete en su estupendo libro “Construye tu sueño” las personas nos debemos reinventar periódicamente, cada 5 o 7 años debemos reenfocar nuestra actividad profesional para actualizarnos, para mantenernos vigentes, para no pretender vivir de las rentas, de los éxitos pasados.

Nassim Taleb en su Fooled by Randomness (2004) explica esa tendencia a creer que el mundo es más explicable de lo que realmente es, buscando explicaciones incluso cuando no las hay, dándole un peso específico al azar. Si bien hay circunstancias que no tienen explicación cuando una persona es exitosa, si tiene explicación cuando una persona a pesar de sus circunstancias sabe sobreponerse a todo, tanto al fracaso como al éxito. Incluso él éxito suele tener impactos más devastadores en una persona cuya madurez no le permite reflexionar sobre la temporalidad de los éxitos.

Dependiendo de tu personalidad tendrás una tendencia a sobrevalorar el éxito minimizando el fracaso o bien la contraría hacer del fracaso una montaña difícil de superar que te lleve a una actitud más precavida en el futuro. Ambos extremos están equivocados, la madurez te debe llevar a decidir cuando es necesario parar no dejándote llevar por una obstinación sin sentido y cuando es necesario volverlo a intentar. Ni el éxito ni el fracaso son permanentes, forman parte del continuo de la vida.

Esa sabiduría para saber cuándo detenerte y cuándo avanzar es propio de personas maduras que saben poner en su justo medio las derrotas y los triunfos. Así lo menciona mi querido amigo Francisco Espinoza:

“Ni eres el mejor cuando las cosas salen bien, ni eres el peor cuando las cosas salen mal. Sigues siendo el mismo en un proceso de mejora”

Aprende de las equivocaciones, nada te impedirá tenerlas, ahora solo debes esforzarte por aprender de ellas. Equivocarse no es fracasar, es una oportunidad de aprender. Si no estás corriendo el riesgo de equivocarte señal de que vas demasiado despacio, tal vez te falta reto. De la misma forma cuando llegue el éxito, no te ciegues, también habrá cosas que aprender, reconoce de muchas circunstancias que combinadas con tu esfuerzo y la ayuda de otros te han llevado ahí.

La madurez te llevará a poner en el justo medio todas tus experiencias, independientemente si los demás los juzgan éxitos o fracasos.


¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag

www.innovaciondisruptiva.mx
@innovadisrup

No hay comentarios:

Publicar un comentario