sábado, 16 de julio de 2016

Tiempos en los que el plan es "no tener plan"

Estos días he comentado con varios empresarios sobre la necesidad de revisar la planeación estratégica que hicieron para el 2016. Diferentes enfoques los han llevado a cuestionar la previsión que hicieron del año; unos de ellos preocupados porque no han llegado a su meta y todo parece indicar que si siguen trabajando de la misma forma no llegarán. En otros casos porque la han superado ampliamente y se están cuestionando revisarla para re-enfocarla, pareciera que se están enfrentando a un “feliz” problema.

En ambos casos, los que se han quedado cortos y los que han excedido su meta, lo que en el fondo se están planteando es si conviene dedicarle tiempo a planeaciones tan detalladas, a las que le han dedicado recursos y esfuerzo para concluir en que en los escenarios actuales, hacer planes tan a largo plazo puede no ser tan redituable como sucedía en el pasado.

Reflexionar sobre si moverse con un plan preciso o más bien aprender a moverse sin planes; decidir sobre si dedicarle mucho tiempo a planear o mejor emplearlo en probar y aprender rápido para incidir en el resultado de forma inmediata. No hay una respuesta correcta, dependerá de la organización, del perfil del director, de su capacidad para moverse con incertidumbre y en el fondo de la cultura organizacional.

Durante varios años he podido constatar que no existen recetas, que siempre una planeación básica que sirva para plantear bien los objetivos, enfocarnos en ellos sin una presión mayor por tratar de predecir el futuro sino por saber leer con rapidez el resultado de nuestras acciones y estar dotado de toda la flexibilidad que sea posible para modificar las líneas de acción, aún con el riesgo de contradecirnos a nosotros mismos. Conviene perder el miedo a equivocarnos, a cambiar de opinión.

Hoy estoy convencido de lo que queremos conseguir y de la razón de ser de nuestra actividad, definiendo con claridad aquellas cosas en las que queremos ser los mejores o al menos uno de los mejores. Con esas premisas claras, lo demás será ponerte en marcha tomando decisiones concretas e ir caminando con los ojos bien abiertos para aprovechar las oportunidades. En ocasiones será con ojos bien abiertos pero vacunados contra todo aquello que nos quiere meter en el redil donde caminan todos, porqué ahí, el lugar común para todos será la mejor forma de ser del montón, ahí donde no hay riesgos pero donde tampoco hay retos.

La “criptonita” de un emprendedor es navegar por aguas por aguas tranquilas durante mucho tiempo, porque ese no es un ambiente para guerreros sino para marineros de agua dulce. No se trata de ser temerario, ni de ser masoquista, más bien se trata de no rehuir el reto cuando bien sabemos que sin esfuerzo no hay triunfo.

Aprender a moverse en incertidumbre es una competencia indispensable para cualquier emprendedor, saber renunciar a tener todo planeado porque las oportunidades no obedecen a los planes de nadie, ellas llegan y se pasean frente a nosotros, esperando a los que están dispuestos a tomar los riesgos necesarios para aprovecharlas.

Creo que una ruta conveniente sería la siguiente: tanta planeación como sea indispensable y tanta flexibilidad como sea posible, o ¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag


@innovadisrup

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