domingo, 21 de mayo de 2017

10 efectos del veneno de la arrogancia

La arrogancia es el excesivo orgullo respecto de si mismo que la lleva a despreciar a los demás y creer que merece privilegios a los que piensa que tiene derecho.

Dicen que cuando los dioses griegos querían aniquilar a alguien, lo hacían arrogante para que se autodestruyera.

La arrogancia es un defecto que ataca a aquellas personas que han llegado a cierto nivel de éxito y que piensan que lo han logrado sólos, gracias a su inteligencia, a sus virtudes, a su esfuerzo y que se les olvida que mucho de ello lo han recibido o que han recibido apoyo de otros. No hay nada más desagradable que una persona centrada en sí misma, llena de soberbia y que no reconoce que parte de su éxito lo debe a los demás.

Esa arrogancia también se vive en ciertas organizaciones, cuando se vuelven autoreferenciales, cuando piensan que son el marco de referencia y que los clientes deben girar a su alrededor. Directivos que desconfían de todo lo que se ha desarrollado fuera de los límites de sus fronteras. ¿Cuándo perdieron la humildad para aceptar que fuera de sus  límites corporativos también se pueden generar cosas buenas?

En ocasiones el éxito nubla la vista de personas valiosas pero que han entrado a una dinámica que les impide buscar más allá de los límites de su visión y terminan ensimismados, con poca capacidad para adquirir nuevos conocimientos, recibir nuevas ideas, nuevas porpuestas. Creen que conocen tanto de su sector que no es posible encontrar talento fuera de su órbita, también descalifican todo lo que no nace de su iniciativa y piuensan que todo debe estar bajo su control. Aquellos que prefieren ir al ritmo de sus burocracias en lugar de pensar en grande y replantearse todo cada vez que es necesario.

Directivo útiles para explotar los negocios conocidos pero opositores ferreos a explorar nuevas líneas de negocio o reinventarse. Aquellos que prefieren la mejora continua que la innovación, que prefieren importar las mejores prácticas que pensar (que sean importadas si es posible) en plantearse retos en la frontera de su actividad.

El mundo y nuestras organizaciones requieren otro tipo de liderazgo, aquel que no sólo ve problemas operativos que resolver sino que piensan más allá, que descubre problemas que los demás solo intuyen pero que todavía no son capaces de percibir con claridad, esos que forman nuestros paradigmas y que ni siquiera hemos logrado clarificar; aquellos liderazgos que van por delante rompiendo la forma tradicional de pensar y que nos sacan de la zona de confort.

Algunos síntomas de la arrogancia:
  1. Buscar alabanzas de los demás.
  2. Buscar ser el centro de atención de los demás.
  3. No dejar de hablar de tus logros con ocasión y sin ella.
  4. Siempre quieres tener el control.
  5. Envidia del triunfo de otros.
  6. Defenderse de la crítica.
  7. Te cuesta hacer equipo.
  8. No ves en los demás colaboración sino peldaños.
  9. Te cuesta pedir disculpas.
  10. No buscar aprender de los demás.
En una organización podríamos identificar como los más comunes:

1) Descuidar al cliente como la fuente de su riqueza y a quien se deben como organización.
2) Perder de vista que los competidores tienen ofertas valiosas que hay que analizar.
3) Pensar que su propuesta es para siempre y no actualizarla en el momento oportuno.

Pensar en la arrogancia es una buena forma en la que podemos hacer autoexamen, en revisar si nos estamos subiendo a un ladrillo y perdiendo piso, si estamos en una zona donde no nos atravemos a cuestionar nada porque ponemos en riesgo lo ganado. Definitivamente debemos pensar si nos sobra un poco de arrogancia y le estamos poniendo límites a nuestro crecimiento personal. No permitas que la arrogancia te atrape, no dejes de reconocer que ni somos los mejores en el triunfo ni los peores en las derrotas porque nada es para siempre. En el éxito debes cuidarte de la arrogancia, porque como solían decir los griegos, es el primer paso para autodestuirse. ¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag


@idearialab

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