sábado, 17 de septiembre de 2016

Corporativos y startups, romance por interés.

Las nuevas compañías tecnológicas tienen un protagonismo relevante en nuestras economías. Esta situación hace que cada vez sean más el centro de las miradas de muchos actores como suelen ser las grandes empresas. Se dan cuenta que en la medida en que una empresa se convierte en un gran corporativo su capacidad de transformación se limita y en algunas ocasiones las aleja de la innovación.

Si bien las startups están desarrollando grandes innovaciones y nuevas formas de generar riqueza, la generación de empleos continúa siendo una asignatura pendiente. Por más que sea deseable construir una cultura emprendedora, los emprendedores seguirán siendo minoría comparados contra la demanda de empleos de todo tipo y categoría que seguirán demandando nuestras sociedades.

Por otra parte, las grandes empresas que son las que ofrecen esas posibilidades de empleo requieren renovarse y mantenerse vigentes, situación que se ve amenazada más frecuentemente por la aparición de nuevos modelos de negocio que con menos restricciones avanzan más rápido que ellos en el gusto del consumidor.

La economía y nuestra sociedad demanda ambas realidades: por un lado nuevas tecnologías y el desarrollo de una cultura emprendedora que dinamice la generación de riqueza; pero por otra parte que la demanda de empleo de las empresas establecidas continúe porque ahí se fundamenta nuestra estabilidad social a través del empleo. Parece que debemos encontrar una fórmula que permita la colaboración entre ambas realidades, donde cada una pueda cumplir sus objetivos y al mismo tiempo jugar un juego extraño: Competir y colaborar de forma simultánea.

Esta labor de engranaje entre el mundo corporativo y las startups es uno de los grandes frutos de los ecosistemas emprendedores, ya que las startups buscan construir reputación y obtener recursos para su crecimiento; y por otro lado las empresas establecidas buscan innovación a una velocidad que sus estructuras no siempre lo permiten de una forma oportuna. La combinación de ambos mundos puede ser una buena opción.

En México han surgido aceleradoras corporativas, destacando Bluebox que encabeza mi buen amigo Gustavo Huerta, quien aprovecha su don de gentes y su gran capacidad para construir relaciones en poner en contacto mundos tan diversos. Empresas como cinepolis, Alestra y Volaris son una muestra de estas alianzas rentables y prometedoras tanto para las startups como para estos grandes corporativos. Gran labor la que hace Gustavo Huerta y Bluebox para el desarrollo de la actividad emprendedora.

Otros corporativos como Telefónica, VW, Ford y otras están explorando el camino de formar sus aceleradoras corporativas en la búsqueda de startups que contribuyan con su innovación al crecimiento.

Estos modelos favorecen a todos: a los corporativos porque les acerca a innovación que difícilmente podrían generar en sus propias estructuras, las startups potencializan su crecimiento y obtienen recursos, la economía crece, se genera empleo, se construye cultura emprendedora, un círculo virtuoso de colaboración. El interés de todos es atendido y el interés colectivo también.

Recordemos que los ecosistemas emprendedores son redes de colaboración y confianza con la intención de promover la actividad emprendedora y donde todos los actores buscan de forma simultánea favorecer su actividad particular al mismo tiempo que colaboran con otros actores para favorecer sus respectivos intereses dando como resultado un crecimiento en la actividad emprendedora y en última instancia en el crecimiento económico.

La formula de la nueva economía es la colaboración y esta sólo se da en un ambiente de confianza. ¿Favoreces la colaboración y la confianza en tu forma de trabajar, o eres egoísta y vas solo por lo tuyo? ¿Tú que opinas?

Jorge Peralta
@japeraltag


@innovadisrup

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