Mucho se ha hablado de la
capacidad que tienen los emprendedores de iniciar una aventura empresarial. Los
emprendedores tienen un “motor” integrado que les permite manejar la
incertidumbre y comenzar empresas atendiendo oportunidades donde otros solo ven
riesgos e incertidumbre. Parece que poner las primeras piedras de algo que está
en la esencia de un emprendedor.
Sin embargo, el mundo de la
empresa y la vida misma nos enseñan que así como es muy importante poner las
primeras piedras, porque no abundan las personas con iniciativa y valor,
también es igualmente importante poner las últimas piedras, cerrar el proceso
de comenzar una empresa de la forma adecuada, dejar de lado ese sentido de
temporalidad de las iniciativas para pensar en largo plazo, aún cuando éstas
nos sobrepasen y sigan su propio camino con una identidad propia.
Las empresas suelen ser como los
hijos, siempre los vemos más guapos y más listos de lo que realmente son, pero
la realidad es, al igual que los hijos, que las empresas terminan pareciéndose
a las personas que las dirigen, con todos sus defectos y todas las virtudes. En
ese sentido es necesario dejar de lado las querencias para tratar de ponerle
más objetividad y adecuar lo necesario para que la nueva empresa pueda salir
adelante, aún cuando eso implique que los fundadores den paso a otros talentos
en la medida que la empresa lo necesita.
Si bien emprender necesita valor,
generosidad, incluso en algunas ocasiones magnanimidad para ponerse metas
altas, también deben ir acompañadas de la perseverancia, ya que este camino
puede ser largo y no siempre grato. Justo es ahí cuando un emprendedor necesita
perseverar, cuando la labor se convierte en rutinaria y menos glamorosa, cuando
se debe reconocer que la nueva empresa necesita más elementos de competencia de
lo que los emprendedores mismos son capaces de aportar.
Tal vez ese es el momento de
echar mano de otras virtudes distintas de las que ordinariamente se reconocen
en un emprendedor: perseverancia y humildad. De otra forma se podrá caer en lo
que Hugo Stevens y Manuel Landa comentan en su blog (capital disruptivo) sobre
los emprendedores Peter Pan, que se eternizan en los inicios, sin pasar a la
siguiente etapa, lo cual refleja una falta de madurez.
En muchas ocasiones es necesario
darse cuenta que se necesita talento adicional para llegar a las metas
trazadas, que no se cuenta con todas las capacidades requeridas, de otra forma
no se le dará forma a la mejor versión de nuestro proyecto. El emprendedor, que
es el motor de la nueva empresa, se puede convertir también en su “freno” por
no reconocer que tal vez se encuentre en una etapa en la que se requieren otros
talentos distintos al suyo, o bien que ya no es posible que el sea el “hombre
orquesta”.
Cuando se llega al momento de que
“dos manos son muy pocas” es preciso detenerse un poco y pensar: ¿estamos
cumpliendo el sueño con el que comenzamos? Si no es así siempre habrá forma de
rectificar, de poner los medios, de continuar pensando en grande y de poner las
últimas piedras de un inicio, para pasar a otra etapa de lo que puede
convertirse en una gran empresa con un futuro prometedor.
Jorge Peralta
@japeraltag
www.innovaciondisruptiva.mx
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