Siempre que se comienza una nueva
empresa una ilusión nos invade. Cuando se ha vencido el miedo inicial y se tomó
la decisión de comenzar, el optimismo toma un lugar principal en nuestra mente.
Cuando es una decisión pensada
por mucho tiempo, seguramente va acompañada de las consultas a gente que sabe,
los consejos de nuestros mayores, las corridas financieras, el análisis del
mercado, el plan de negocios, etc. pero aún con todas estas herramientas que
nos llevan a disminuir el riesgo no siempre los resultados son los planeábamos.
Dependiendo de nuestra
personalidad lo más probable es que surjan dos actitudes, en el fondo parecidas
por su origen pero contradictorias en su manifestación: la minimización de la
situación y sacando el optimismo de que las cosas mejorarán en breve tiempo o
por lo contrario la desesperación por la falta de resultados y pensar en
“abortar la misión”.
Ambas situaciones pueden ser
hijas del mismo mal: La ausencia de serenidad.
La serenidad, fue señalada en la
época clásica como una virtud que orienta al hombre en el modo de gobernar la
propia vida (Anuario Filosófico 2002(35) 655-674)
Las personas serenas logran
pensar antes de decidir y las preocupaciones presentes, la infelicidad del
pasado, ni la incertidumbre sobre el futuro impiden que disfruten de la vida y
superen sus problemas.
La serenidad nos permite tener
esa capacidad de dimensionar correctamente el tamaño del problema, y la
prudencia nos llevará a sopesar de tal forma los hechos, entender la realidad
para tomar la mejor decisión: continuar o no.
Es frecuente que los
emprendedores nos enamoremos de tal forma de nuestra creación, de la
materialización de “nuestra idea” que perdamos objetividad, y nos suceda lo que
a los padres primerizos, vemos a nuestros hijos más listos, más guapos, más
grandes, más… de lo que realmente son. Las nuevas empresas pueden ser así como
nuestros hijos, que nos cueste reconocer cuando algo no va marchando bien.
Por esta razón, de las dos
posibilidades que mencionábamos anteriormente, la de minimizar la situación es
la que nos sucede con más frecuencia. ¿Qué hacer entonces cuando los resultados
no se dan? Si además los emprendedores tenemos la tendencia de continuar
adelante auto engañándonos sobre la gravedad de la situación por tomarnos muy a
pecho la frase de “no nos echamos p´a tras ni p´a tomar vuelo”
En esas circunstancias, conviene
consultar, pero la clave estará en saber ¿A quién preguntar? Si le preguntamos
al contador o al analista lo más seguro es que vean todos los riesgos que
implica seguir, nos transmitan sus miedos y su respuesta ya la sabemos: “lo
mejor será abandonar la idea y minimizar nuestras pérdidas”; claro como no es
su dinero, así es más fácil recomendar. La mejor opción será preguntarle a un
viejo emprendedor, a esos que llevan varios éxitos y fracasos en la espalda, a
esos que no se cuecen al primer hervor, seguramente nos ayudaran a tener un
diagnóstico más certero.
Cuidado con perder la serenidad
porque además, los nerviosismos y desconfianza se transmiten con facilidad.
¿Cuál será la reacción de nuestro equipo si perciben falta de confianza en
nosotros mismos? No se trata de ocultar la situación ni tampoco de no hacerlos
partícipes de las medidas necesarias para tener ajustes, pero tampoco es necesario
alarmar, justamente cuando lo que necesitamos de nuestro equipo es la mente
abierta y el compromiso de todos. Encontrar la persona correcta para
preguntarle y hacerlo de manera adecuada para que entienda bien la situación y
nos ayude a diagnosticar es la clave.
La serenidad nos permitirá ver la
realidad con mayor objetividad dentro de toda la subjetividad natural,
dimensionar correctamente la dificultad y sobre todo analizar las causas de
estar en esa situación. En primer lugar darse cuenta si la problemática es de
temas de negocio o de temas humanos. Si se trata de temas de negocio los más
comunes son: o nos falta venta o no tenemos capacidad de cumplir la oferta. Si
el tema es de cumplimiento las posibilidades son tres o personas o procesos o
recursos. Si la evidencia es que se trata de un tema financiero entender si es
de flujo o de margen. Si la problemática es margen regresamos al origen: o es
de precio y por lo tanto comercial o bien de costo y por lo tanto de
operaciones.
El síntoma siempre es la falta de
dinero, pero es necesario entender bien si la problemática es de utilidades o
de flujo; en el largo plazo ambos son necesarios, sin embargo las empresas
pueden sobrevivir cierto tiempo sin utilidades, pero NO sin flujo. El flujo es
como la sangre de la empresa, lo que le da vida, sin flujo no se puede nada.
Normalmente la pobreza es algo que desespera y lleva a perder la paz.
El siguiente gráfico nos puede
ayudar como una guía de análisis para encontrar el “problema madre” que es
aquel que es la causa principal de la sintomatología.
La empresa es como el cuerpo
humano, un mismo síntoma puede obedecer a distintas causas, lo importante es
conocer las causas para saber que medicina aplicar.
Si diagnosticamos bien tenemos resuelta la
mitad de la problemática. Ya que se determina con cierta precisión será más
fácil determinar la medicina.
En estas circunstancias, tener
gente cerca que nos ayude a diagnosticar siempre será deseable pero recuerda
que la última palabra y la ejecución siempre será tu responsabilidad.
Si mantienes la serenidad siempre
sabrás que hacer cuando los resultados no son los que esperas o por lo menos te
equivocarás menos.
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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