Hace
días hablaba con un amigo empresario en relación a la necesidad que tenía de pensar en las nuevas líneas de producto que le darían el crecimiento esperado para los próximos años. Por lo menos el 50% de sus principales líneas de producto se estaban
volviendo un común denominador en la industria y su oferta estaba perdiendo elementos diferenciadores.
La
última vez que lo había intentado perdió dinero y le había generado una crisis que
lo había dejado tan mal parado y que le había tomado al menos un año regresar
al estado que tenía antes del intento. Cualquiera podría pensar que este
empresario se había quedado vacunado del intento innovador y evitaría meterse
nuevamente en estos terrenos, sin embargo, aún con cierto temor ( este no
desaparece nunca) comentamos de la necesidad de hacerlo nuevamente y que estaba
dispuesto a correr el riesgo nuevamente.
No
existe innovación sin riesgo; si un proyecto de innovación no genera dudas e
incertidumbre, lo más probable es que se trate de un proyecto irrelevante. Si
no genera tensión, lo más probable es que no estén involucradas las personas
claves. Si no estas dispuesto a meterle, tiempo, recursos, corazón, lo mejor
es…
¡
esperar a que un competidor tome la delantera porque no estas preparado para
intentarlo!
Nadie
esta loco para ponerle un cerillo a un fajo de billetes, siempre tenemos la
confianza en que nuestras decisiones tienen un alto grado de posibilidades de
ser exitosas, de otra forma no lo haríamos, pero efectivamente necesitamos
perder el miedo a correr riesgos. Si no hay ciertos riesgos, lo más probable es
que no estamos generando ninguna innovación.
En
ocasiones esta actitud de reto, de avance, es lo que puede dormirse en un
emprendedor, pero más que un riesgo directamente ligado a la empresa o a los
nuevos proyectos, esta el riesgo de no
querer exigirnos más nosotros mismos. Llega un punto en el que nos damos cuenta
que necesitamos avanzar e innovar con nosotros mismos, como por ejemplo estudiar
de nuevo, mejorar ciertas aspectos de nuestra personalidad o hábitos muy arraigados
que nos implicarán un nuevo esfuerzo, ¡y esto es justo lo que más trabajo
cuesta!, que aún a nuestros 30, 40 o 50 y después de ser relativamente exitosos
en nuestra actividad nos demos cuenta que existen temas en los que necesitamos
transformarnos, luchar, mejorar una vez más.
Tal
vez para un emprendedor, el paso más difícil cuando ya tiene su proyecto
caminando, es el proyecto de crecer hacia dentro, independientemente del
momento en el que nos encontremos personalmente o profesionalmente. Si no nos
la tomamos en serio y le metemos horas, esfuerzo y lucha, los deseos de
emprender e innovar serán retórica pura, un buen deseo.
Jorge
Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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