sábado, 8 de junio de 2013

Los viajes ilustran

Esta semana tuve la fortuna de visitar nuevamente Las Vegas. Como muchas ciudades de Estados Unidos, tienen su encanto particular, pero todas ellas con el común denominador de estar diseñadas para cumplir con sus objetivos; hay un plan de ciudad y una inversión importante para lograrlo. Esta ciudad en particular me impresiona porque en las distintas ocasiones en la que la he visitado, siempre tiene cosas nuevas y cada una de ellas esta pensando a lo grande, no hay medias tintas, no hay calles chiquitas, ni obras provisionales.

Y esta reflexión me lleva a pensar en el proyecto personal que tiene cada uno de nosotros: ¿sabemos a donde vamos?, ¿tenemos un plan?,  ¿invertimos en ese plan para lograr los objetivos?, ¿pensamos en grande?.

Aún cuando pareciera una frase trillada, verdaderamente los viajes ilustran; no sólo por las cosas valiosas que aprendes en los lugares que visitas, sino por el simple hecho de cambiar de ambiente, de ver otras caras, de ver otras formas de hacer las cosas, de comer diferente, de pensar diferente, por respirar otros aires, por escuchar otra manera de hablar, por observar un escenario distinto que te planteará nuevos retos.

Los hombres nos dejamos llevar con facilidad por rutinas, por la misma forma de hacer las cosas, por la misma forma de pensar. En ocasiones nos llega a dar una cierta dosis de pensamiento “endogámico” es decir, que terminamos desenvolviéndonos dentro de las mismas cuatro paredes. Nos relacionamos con gente similar a nosotros, de nuestro medio, lo cual es estupendo, cuando algo es muy parecido a los demás, lo común pierde “encanto”, se vuelve común. Pensar fuera de la caja de vez en cuando te ayudará a encontrar nuevas rutas aún cuando tus destinos sean los mismos.

Si tu ocupación profesional requiere pensar de manera fresca con cierta frecuencia, debes plantearte con seriedad, el darle a tu mente la posibilidad de resetearse de vez en cuando. Lo lograras si le das unas lecturas diferentes, unos pasatiempos distintos, ir al cine, ¡oxigenar las neuronas en el campo!

Necesitas periódicamente darle ese espacio a la mente para replantear las cosas, para intentar descubrir nuevas posibilidades de hacer las mismas cosas. Tiempo para trabajar, tiempo para estudiar, tiempo para disfrutar, tiempo para dormir, tiempo para nuestra familia, tiempo para nuestros amigos, tiempo para hacer deporte, tiempo para nuestra relación con Dios; debemos darle tiempo suficiente a todo lo valioso que tenemos para tener una vida completa.

Hay personas que desbalancean su vida dedicándole más tiempo a alguno de estos temas: trabajo, descanso, deporte, etc., y como consecuencia meterse por caminos de desorden, de pereza, de poco descanso, y a la larga de hartazgo. Todo ello disminuye las energías y provoca el dejar de soñar, dejar de pensar en grande.

Tal vez la salida más común a este desorden por no darle su espacio a cada aspecto de nuestra vida, es la pereza, que no siempre es no hacer nada, sino también puede manifestarse en hacer sólo lo más placentero, retrasando innecesariamente actividad necesarias pero poco gratificantes o bien demasiado difíciles. Y así se puede avanzar por los caminos de la pereza, haciendo cosas, pero sólo aquellas que nos plantean un menor reto.

A unas personas, el reto menor viene desde la perspectiva física y ambicionar descansos eternos que no impliquen esfuerzo físico; pero el más peligroso de todos es cuando las personas buscan poco reto mental, porque eso de pensar suele ser complicado en ocasiones, y a fuerza de usarse poco la capacidad de pensar se va disminuyendo, provocando a edad avanzada el Alzheimer y otras enfermedades mentales degenerativas.

No se trata de ser masoquista y de estar buscando las dificultades, pero pareciera que muchas personas viven para instalarse en la comodidad, a unos les da por la pereza física, a otros por buscar la seguridad, y a otros por entrar a una zona de confort de la que es muy difícil salir por voluntad propia, y cuando la vida te presiona o te fuerza para salir de ella cuesta mucho más.

La solución es relativamente sencilla: 30 minutos al día, una tarde a la semana, un día al mes, un fin de semana al trimestre, una semana al año, son requeridas en las que puedas desconectarte de tu actividad ordinaria para hacer algo que te guste, que te plantee algún reto físico e intelectual que te mantenga en forma, de otra manera las neuronas se mueren por no utilizarlas o por utilizarlas sólo en aquellas cosas que no te sacan de tu zona de confort. Tiempo que dedicaras para ti, para analizar lo que haces, para evaluar si debes continuar por el mismo camino o hay cosas que cambiar.

Esta será la mejor forma de disfrutar lo que tienes, de disfrutar de las cosas que te gustan, de convivir con las personas que quieres y con las que no también para darle riqueza a tu vida a tu tiempo libre, para que sepas descansar cuando debes hacerlo y trabajar cuando tienes que hacerlo. Llega un momento en que tu vida puede volverse un continuo en el que disfrutas tanto trabajar, como descansar, como estudiar, como buscar nuevos retos y no te aburrirás porque esa palabra estará desterrada de tu vocabulario, no habrá tiempo para ello.

Desconectarte de la rutina te permitirá apreciar más las cosas que tienes y renovar continuamente tu pensamiento poniéndole nuevos retos a tu vida personal y a tu actividad profesional. Retomar las ilusiones, los planes, intentar mirar más alto, pensar de nuevo en grande.

Los viajes ilustran, pero se requiere de una actitud mental que permita abrir los sentidos y renovar cuantas veces sea necesario nuestra forma de enfrentar los retos de la vida. El viaje más importante es el que hace la mente para avanzar en el reto de reinventarse cada vez que sea necesario para no dejar de pensar en grande.

Jorge Peralta
@japeraltag


@innovadisrup

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