Esta
semana tuve la fortuna de visitar nuevamente Las Vegas. Como muchas ciudades de
Estados Unidos, tienen su encanto particular, pero todas ellas con el común
denominador de estar diseñadas para cumplir con sus objetivos; hay un plan de
ciudad y una inversión importante para lograrlo. Esta ciudad en particular me
impresiona porque en las distintas ocasiones en la que la he visitado, siempre
tiene cosas nuevas y cada una de ellas esta pensando a lo grande, no hay medias
tintas, no hay calles chiquitas, ni obras provisionales.
Y
esta reflexión me lleva a pensar en el proyecto personal que tiene cada uno de
nosotros: ¿sabemos a donde vamos?, ¿tenemos un plan?, ¿invertimos en ese plan para lograr los
objetivos?, ¿pensamos en grande?.
Aún
cuando pareciera una frase trillada, verdaderamente los viajes ilustran; no
sólo por las cosas valiosas que aprendes en los lugares que visitas, sino por
el simple hecho de cambiar de ambiente, de ver otras caras, de ver otras formas
de hacer las cosas, de comer diferente, de pensar diferente, por respirar otros
aires, por escuchar otra manera de hablar, por observar un escenario distinto
que te planteará nuevos retos.
Los
hombres nos dejamos llevar con facilidad por rutinas, por la misma forma de
hacer las cosas, por la misma forma de pensar. En ocasiones nos llega a dar una
cierta dosis de pensamiento “endogámico” es decir, que terminamos
desenvolviéndonos dentro de las mismas cuatro paredes. Nos relacionamos con
gente similar a nosotros, de nuestro medio, lo cual es estupendo, cuando algo
es muy parecido a los demás, lo común pierde “encanto”, se vuelve común. Pensar
fuera de la caja de vez en cuando te ayudará a encontrar nuevas rutas aún
cuando tus destinos sean los mismos.
Si
tu ocupación profesional requiere pensar de manera fresca con cierta
frecuencia, debes plantearte con seriedad, el darle a tu mente la posibilidad
de resetearse de vez en cuando. Lo lograras si le das unas lecturas diferentes,
unos pasatiempos distintos, ir al cine, ¡oxigenar las neuronas en el campo!
Necesitas
periódicamente darle ese espacio a la mente para replantear las cosas, para intentar
descubrir nuevas posibilidades de hacer las mismas cosas. Tiempo para trabajar,
tiempo para estudiar, tiempo para disfrutar, tiempo para dormir, tiempo para
nuestra familia, tiempo para nuestros amigos, tiempo para hacer deporte, tiempo
para nuestra relación con Dios; debemos darle tiempo suficiente a todo lo
valioso que tenemos para tener una vida completa.
Hay
personas que desbalancean su vida dedicándole más tiempo a alguno de estos
temas: trabajo, descanso, deporte, etc., y como consecuencia meterse por
caminos de desorden, de pereza, de poco descanso, y a la larga de hartazgo.
Todo ello disminuye las energías y provoca el dejar de soñar, dejar de pensar
en grande.
Tal
vez la salida más común a este desorden por no darle su espacio a cada aspecto
de nuestra vida, es la pereza, que no siempre es no hacer nada, sino también
puede manifestarse en hacer sólo lo más placentero, retrasando innecesariamente
actividad necesarias pero poco gratificantes o bien demasiado difíciles. Y así
se puede avanzar por los caminos de la pereza, haciendo cosas, pero sólo
aquellas que nos plantean un menor reto.
A
unas personas, el reto menor viene desde la perspectiva física y ambicionar
descansos eternos que no impliquen esfuerzo físico; pero el más peligroso de
todos es cuando las personas buscan poco reto mental, porque eso de pensar
suele ser complicado en ocasiones, y a fuerza de usarse poco la capacidad de
pensar se va disminuyendo, provocando a edad avanzada el Alzheimer y otras
enfermedades mentales degenerativas.
No
se trata de ser masoquista y de estar buscando las dificultades, pero pareciera
que muchas personas viven para instalarse en la comodidad, a unos les da por la
pereza física, a otros por buscar la seguridad, y a otros por entrar a una zona
de confort de la que es muy difícil salir por voluntad propia, y cuando la vida
te presiona o te fuerza para salir de ella cuesta mucho más.
La
solución es relativamente sencilla: 30 minutos al día, una tarde a la semana,
un día al mes, un fin de semana al trimestre, una semana al año, son requeridas
en las que puedas desconectarte de tu actividad ordinaria para hacer algo que
te guste, que te plantee algún reto físico e intelectual que te mantenga en
forma, de otra manera las neuronas se mueren por no utilizarlas o por
utilizarlas sólo en aquellas cosas que no te sacan de tu zona de confort.
Tiempo que dedicaras para ti, para analizar lo que haces, para evaluar si debes
continuar por el mismo camino o hay cosas que cambiar.
Esta
será la mejor forma de disfrutar lo que tienes, de disfrutar de las cosas que
te gustan, de convivir con las personas que quieres y con las que no también
para darle riqueza a tu vida a tu tiempo libre, para que sepas descansar cuando
debes hacerlo y trabajar cuando tienes que hacerlo. Llega un momento en que tu
vida puede volverse un continuo en el que disfrutas tanto trabajar, como
descansar, como estudiar, como buscar nuevos retos y no te aburrirás porque esa
palabra estará desterrada de tu vocabulario, no habrá tiempo para ello.
Desconectarte
de la rutina te permitirá apreciar más las cosas que tienes y renovar
continuamente tu pensamiento poniéndole nuevos retos a tu vida personal y a tu
actividad profesional. Retomar las ilusiones, los planes, intentar mirar más
alto, pensar de nuevo en grande.
Los
viajes ilustran, pero se requiere de una actitud mental que permita abrir los
sentidos y renovar cuantas veces sea necesario nuestra forma de enfrentar los
retos de la vida. El viaje más importante es el que hace la mente para avanzar
en el reto de reinventarse cada vez que sea necesario para no dejar de pensar
en grande.
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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