Cuando
hablamos de un ecosistema emprendedor hablamos de una red de confianza en la
que al mismo tiempo se logra colaborar y competir, con el objetivo de favorecer
la actividad emprendedora.
Esa
red de confianza requiere, que el interés común de favorecer la actividad
emprendedora tenga dos resultados concretos: Buscar el desarrollo de una región
que al mismo tiempo impulsar incrementar la demanda para las respectivas
propuestas de valor de cada uno de los participantes, una especie de “ganamos
todos para que también gane yo”.
Esta
red busca desterrar las desconfianzas mutuas que se dan entre organizaciones
orientadas al lucro y aquellas que tienen sus objetivos organizacionales en una
función social principalmente. Esa desconfianzas mutuas son lo más natural
cuando el proceso de diálogo entre ellas se fundamenta en los temas que cada
una de ellas quiere obtener del otro y no en aquellos aspectos de su oferta que
son relevantes y beneficios para el otro. En otras palabras, si se piensa
primero en recibir que en dar, el resultado tendrá menos posibilidades de
éxito.
Las
instituciones de gobierno buscan desarrollo sin reparar en que éste será
posible lograrlo cuando las demás organizaciones de un ecosistema vean cumplidos
sus objetivos particulares: Las empresas buscan ganar su rendimiento esperado
por encima de cualquier consideración social; las ONG´s buscan quien los ayude
a buscar sus fines sociales sin importarles muchas veces la rentabilidad o el
beneficio económico. Ambos son objetivos que no siempre resulta fácil
obtenerlos de forma simultánea y sinérgica.
Tal
vez exista una institución que puede servir de eje para construir con éxito las
bases de un ecosistema emprendedor, y esta es la universidad. La universidad
puede ser el lugar de encuentro de mundos tan dispares como puede ser, por una
parte, la generación de conocimiento, la rentabilidad y el beneficio social;
tal vez puede ser el mejor “traductor” para moverse con soltura con los
diferentes idiomas que hablan acores tan diversos y tan incomprendidos entre
si.
La
universidad es por excelencia, el lugar donde se genera nuevo conocimiento,
pero también puede ser, una gran plataforma de emprendedores, potenciando
emprendedores de alto impacto entre sus recién egresados, emprendedores mayores
que busquen nuevas alternativas para innovar en sus modelos de negocios
fundamentados en nuevos inventos y adelantos tecnológicos que se puedan gestar
en sus laboratorios. También pueden generar dinámicas de “intrapreneurship” en
empresas consolidadas que requieran de herramientas de emprendimiento
corporativo.
La
universidad es el lugar clave en el que todos los actores confían porque todos
han sido alguna vez parte de ella, ya sea con los estudios, ya sea con la
contratación de nuevo talento o aprovechando de una u otra forma el
conocimiento que ahí se genera.
La
relación universidad – empresa descansará cada vez sobre la innovación que
sobre el I+D+i clásicos, sin embargo es necesario que los académicos acepten
que la fuente del conocimiento no siempre es la investigación pura sino que se
requiere, en muchos casos de sistematizar experiencias. Estas experiencias son,
por tanto, lugares vivos de creación y productores de saberes que pueden ser
inéditos pero al mismo tiempo fugaces si no se logra un ejercicio crítico de
construcción de conocimiento.
La
práctica cotidiana y el trabajo en el campo profesional logran convertirse en fuente
de conocimiento, pero esto no se logra sin una sistematización de esas experiencias
exitosas. Se requiere superar la distancia que hay entre los académicos por
explorar nuevas fuentes de conocimiento en la praxis profesional cuando en
ocasiones esta se ve con cierto desprecio y al mismo tiempo los “practicioners”
reconocer la importancia y valor del mundo académico al participar en la
generación de conocimiento real aprovechable para ellos y para muchas otras
organizaciones.
Estamos
ante una gran oportunidad que no podemos desaprovechar si la universidad se
hace consciente de su rol de aglutinador de esfuerzos de organizaciones de la
más diversa naturaleza. Los países latinoamericanos ganarían mucho si sus universidades aceptaran el reto de este nuevo rol.
Jorge
Peralta
@japeraltag
@innovadisrup