Durante los últimos meses me ha tocado vivir un interés fuera de
lo común en las instituciones educativas por incluir contenidos sobre
emprendimiento. Anteriormente algunas universidades los incluían pero hoy se ha
vuelto generalizado, y ya no solo sucede en las universidades sino incluso en
el bachillerato. Celebro que así sea, a mi no me todo cada de esto, no era
frecuente plantearse el tema sino venías de una familia empresaria; si no era
tu caso, era francamente raro que surgieran ese tipo de inquietudes.
Viviendo en un país donde la labor empresarial no tiene buena
prensa, donde abunda la imagen de un empresario explotador y abusivo de los
derechos de los trabajadores, ser empresario no era una actividad social atractiva
para amplias capas de la población. En mi juventud resultaba más atractivo ser
funcionario que empresario, al menos mis compañeros de escuela más ricos no
eran empresarios sino funcionarios públicos. Había más dinero y futuro
trabajando para el estado que de forma independiente.
Son loables los esfuerzos que sea hacen desde las universidades y
otras instancias para incluir estos temas en sus currículas y animar a los
jóvenes a que contemplen la actividad empresarial como una actividad remunerada
y con impacto social. Sin embargo la educación para emprender no comienza en la
escuela sino en la casa.
Necesitamos una educación que los prepare para resolver problemas que todavía no existen, que los ayude a crear y a generar la mejor versión de si mismos. Emprender es tomar ciertos riesgos y aprender a vivir en incertidumbre para seguir la vocación profesional de cada uno.
En una investigación que vengo realizando desde hace algunos años,
me día la tarea de profundizar sobre el origen y funcionamiento de 22 startups
desarrolladas en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México entre los años de
2012 y 2014. Si bien es cierto que las startups suelen tener algunas
características especiales que las hacen diferentes a los emprendimientos
tradicionales en algunos casos se sigue el mismo patrón. En su oportunidad
publicaré los datos de toda la investigación, pero por ahora solo daré algunos
datos que son reveladores. De las 22 startupa analizadas:
En 20 de los 22 proyectos su fundador tiene algún antecedente
empresarial en su familia, 80% de los casos fue alguno o sus dos padres y en
otros casos un abuelo o un tío cercano.
20 de los 22 fundadores nacieron y crecieron en una familia
integrada, con papá y mamá viviendo bajo el mismo techo.
Solo 10 de los 22 recibieron influencia en las instituciones
educativa donde cursaron sus estudios para decidir emprender.
Si bien, en los últimos años la cultura emprendedora esta
permeando en nuestra sociedad, es innegable que el peso específico para tomar la
vocación de emprender se da en el hogar y no en la escuela.
Los emprendedores tenemos algunas condiciones innatas que una
educación emprendedora podría despertar:
- Aprender a manejar el fracaso, enseñarnos desde pequeños que fracasar es algo natural y que a todos nos sucede; que podemos aprender del fracaso cada vez que nos levantamos para intentarlo de nuevo.
- Aprender que es importante seguir tu vocación y no estudiar una carrera solo porque es la que se puso de moda o la que ofrece los mejores sueldos.
- Aprender que el dinero es importante pero que no es lo único que se persigue con la actividad profesional.
- Que la actividad empresarial es una actividad noble y necesaria en la sociedad. Que ser empresario no es ser un ladrón de cuello blanco.
Cuando hablamos de la influencia de la educación formal, si de
verdad se quiere incidir en las competencias emprendedoras de los jóvenes se
debe pensar en:
- Desarrollar habilidades
- Habilidades creativas que los hagan pensar diferente, que los hagan pensar que tienen grandes cosas que aportar a este mundo.
- Aprender a hablar en público y dar sus opiniones.
- Aprender a diferir discutiendo ideas.
- Desarrollar actitudes
- Aprender a trabajar en equipo
- Saber cooperar y colaborar con otros con objetivos comunes
- Practicar deportes para que aprendan a perder y sepan que del fracaso se pueden sacar muchas cosas buenas si lo sabemos superar.
- Aprender que las ideas de los otros pueden ser mejor que las nuestras.
- Adquirir conocimientos
- Conocimientos como las matemáticas, la física, la biología, la historia, economía, administración personal, etc. son un bagaje con el que los jóvenes deben comprender que los problemas de la vida se resuelven más fáciles si has usado el cerebro con regularidad anteriormente. Las materias que te plantean retos son como lagartijas mentales que te habilitan para el futuro.
- Obvio en los estudios universitarios deben ser una buena lista de conocimientos específicos que un profesional debe conocer.
Estas recomendaciones no son solo para jóvenes con vocación a emprender de forma empresarial, sino también para todos aquellos que quieren emprender algo valioso con su vida y que quieren ser médicos, pintores, bailarines, futbolistas, filósofos o cualquier otra actividad humana noble; ya que con su decisión serán blanco de críticas y recomendaciones de adultos "experimentados" y que debemos orientar pero no coartar su vocación.
La escuela no lo es todo, pero si en casa hacemos nuestra parte y
en la escuela los educadores hacen la suya para que los jóvenes sigan su vocación profesional, cualquiera que esta sea y de verdad los orientamos a tomar buenas decisiones; nos espera un futuro mejor con tantos
talentos en potencia que estarán por surgir. ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup