Las
organizaciones que se han propuesto asumir un liderazgo en su sector requieren
de construir elementos verdaderamente diferenciadores que les permita ponerse a
la punta y no ser una oferta más. En un mundo tan competitivo como el nuestro,
esa decisión exige propuesta de valor sumamente cercanas al cliente huyendo de
las generalizaciones simplistas; lo que funciona en otro lugar no
necesariamente funcionará aquí y ahora.
Este
cambio constante y esta personalización como piedra de toque de cualquier
propuesta de valor, esta poniendo a la disciplina del diseño como un tema que
va más allá del color y de las formas, porque hoy cada cosa requiere de una
personalización tal que necesita “diseñarse” para ello o terminara siendo una
propuesta más. Las herramientas de diseño se usan cada vez con más frecuencia
en el diseño de servicios, procesos, organización y modelo de negocio.
Este
proceso de personalizaciones es clave en las herramientas que tienen las nuevas
organizaciones para competir con las otras empresas más maduras y con más
recursos. Las nuevas organizaciones tienden a ser planas, con menos jerarquías,
más enfocadas en la colaboración y las tareas compartidas para fomentar el
trabajo en equipo y el talento creativo. Entre más talento tenga un equipo será
necesaria menos planificación y también mayor flexibilidad.
Sin
embargo diseñar una propuesta, te mete en caminos de incertidumbre y eso requiere
un liderazgo distinto. Para gestionar la incertidumbre se requiere un liderazgo
flexible que sepa aprovechar las capacidades y generar un trabajo en equipo que
construya esas capacidades diferenciadoras.
El
liderazgo de un proyecto depende en mucho de la capacidad que se tenga de
atraer talento, conservarlo, crecerlo y en el camino no desmotivarlo. Dirigir
personas talentosas es sumamente complicado porque también exige un liderazgo
talentoso o al menos lo suficientemente maduro para no sentir inseguridad por
el talento de los demás del grupo. No hay realmente un trabajo en equipo sino
se construye a través de la divergencia de opiniones y la convergencia en
acuerdos.
Los
equipos talentosos se vuelven grupos muy complejos porque huyen
naturalmente de la mediocridad
planteando retos frecuentes a la organización más allá de lo evidente y común
en sus respectivos sectores y eso termina siendo muy retador para quien dirige.
Generar
esos espacios de diálogo donde se confronten las ideas con un respeto a la
persona requieren de una madurez que desafortunadamente no siempre abunda en
nuestra sociedad, suele suceder que se tiene miedo a la discrepancia por temor
a perder la unidad y el buen ambiente, pero no se dan cuenta que a la larga eso
se pierde irremediablemente si los equipos de trabajo no perciben que su
aportación sea valiosa.
Se
puede discrepar de las ideas en sintonía con un profundo respeto a las
personas, siempre y cuando se discutan ideas y no posiciones ideológicas y
dogmáticas donde se deje de escuchar al otro. La discrepancia no rompe la unidad,
es el principio para construir una propuesta más valiosa si se sabe escuchar y
aportar. Para que se de un diálogo constructivo se requieren entre otros dos
elementos fundamentales: que existan opiniones que aportar y la apertura de
confrontar el punto de vista propio con el ajeno.
Venimos
de una cultura en la que la autoridad se veía de forma distinta. La rigidez de
un esquema clásico en el que el jefe es el “jefe” y cualquier intento de
discrepancia es fulminada por un acto de autoridad; un esquema donde las ideas
no tienen valor en si mismas sino dependen de la jerarquía de quien las
expresa. Esa actitud va minando paulatinamente a las personas que participan
enseñándolas a no discrepar, a no discutir sino a ser unos solamente ejecutores
de las órdenes recibidas generando organizaciones jerárquicas y lentas.
Si
realmente queremos propuestas de valor que ofrezcan ventajas competitivas
verdaderamente diferenciales debemos profundizar en un proceso de diseño que
contemple las más diversas alternativas y aristas de una problemática o
necesidad. Y que aporte algo distinto a la experiencia de los clientes. Para ello se requiere ser una
organización fresca, donde se discutan las ideas con libertad y en la que los
participantes aprendan a escuchar y a aportar lo mejor de si. Sólo así se logra
una organización abierta al cambio en un mundo en el que todo cambia, o ¿Tú que
opinas?
Jorge
Peralta
@japeraltag
@innovadisrup