Todos hemos escuchado esa fábula en la que un maestro sabio decidió
visitar con su joven discípulo una de las zonas más pobres de su región:
En ella, el maestro y su joven discípulo encontraron una familia
que vivía en una casucha que a juzgar por su descuido podría considerarse la
más pobre del lugar. Su techo filtraba agua, estaba lleno de basura y en ella
no se reflejaba pobreza sino suciedad y descuido.
La única posesión de aquella familia era una vaca muy flaca, pero
que era la única que les permitía su sustento, con la poca leche que
diariamente le ordeñaban podían obtener el único alimento nutritivo.
El maestro y su discípulo durmieron en aquel lugar aquella noche y
a la mañana siguiente el maestro dio la
lección ante los ojos incrédulos del discípulo: saco un cuchillo y degolló a la
vaca. El discípulo sufrió aquella lección y le reclamó airadamente a su maestro
sobre la injusticia que había cometido.
El final de la historia todos lo conocen: Ante el duro golpe que
representó para esa familia la muerte de la vaca los hizo reaccionar sobre la
pobreza en al que vivían, vendieron la carne de la vaca, se decidieron a
limpiar el lugar, a sembrar en su terreno, cuidaron de su siembra, cosecharon
en su momento lo que cultivaron, con esas primeras ventas compraron otra vaca
pero ahora no pretendían vivir de la leche sino que ya tenían otras fuentes de
alimentación y de ingreso. Perder la vaca les cambio la vida.
Todas las personas buscamos cierto nivel de seguridad, unos más que
otros, pero a final de cuentas es una necesidad emocional que todos debemos
cubrir. El asunto esta en descubrir cuando la búsqueda de seguridad nos impide
dar un paso adelante y retrasar el logro de los objetivos. Aferrarse a un
cliente, a un empleado a un socio, a un trabajo, puede ser la puerta de entrada
de nuestra zona de confort, y en ocasiones es necesario saber desprenderse de
ello, aún a costa de lastimar un poco nuestra seguridad. Cuando no estamos
dispuestos a ponerla en riesgo, no estamos dispuestos a nuevas oportunidades.
También las personas tenemos otra necesidad emocional que es la
necesidad de reto, la de ponernos metas que nos provoquen un esfuerzo, que nos
muevan a llegar a más, que nos lleven más lejos. Sin esa necesidad de reto
cubierta las personas van envejeciendo y se van convirtiendo en personas sin
las herramientas suficientes para avanzar con sus propósitos y con su
superación personal.
Como dice mi buen amigo Jorge Moreno de Provocadores, en ocasiones necesitamos tocar fondo para descubrir que lo único con lo que contamos es con nosotros mismos para luchar y seguir adelante.
El verdadero secreto esta en equilibrar el reto y la seguridad
para avanzar decididamente con nuestros propósito de vida; en otras palabras
saber cuál es la vaca que debemos matar y cuándo tenemos que hacerlo. Descubrir
cuando nuestras vacas han dejado de ser un recurso útil para convertirse en un
lastre que nos impide avanzar.
¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innvoadisrup