Vivimos en una época de tantos cambios,
y la empresa no es la excepción. Venimos de empresas verticales dónde lo más
importante era la estructura, las formas y la jerarquía; hoy se esta volviendo
más relevante el talento, el fondo y la flexibilidad.
Sin embargo estamos en una transición,
dónde todavía no acabamos de transformarnos, seguimos todavía bajo ciertos
parámetros del paradigma anterior. Todavía existen organizaciones barrocas
donde es más importante la forma que el fondo, dónde todavía hay un escalafón
que hay que cumplir, una estructura a la cuál obedecer y una tradición que
cumplir. Aquellos lugares en los que se suele argumentar ante cualquier
procedimiento: “es que siempre lo hemos hecho así”; o bien: “así le gusta al
licenciado”.
En esta
dinámica, las empresas van cambiando y se van multiplicando las organizaciones centradas en el conocimiento,
dónde se plantean nuevos retos que cambian radicalmente la forma de operar,
como trabajar sin lugar fijo, así cómo también permanecer al margen de los
esquemas de seguridad social tradicionales, con un horario de trabajo flexible
o incluso no tener horario, donde la corbata ya no forma parte del atuendo
diario, dónde se puede en ocasiones trabajar desde casa. Para este nuevo estilo
de trabajo los viejos moldes se rompen; hoy las nuevas empresas, los modelos de
negocio emergentes se mueven bajo otra lógica.
También en
las empresas más tradicionales se van haciendo cambios, más lentos, pero van
cambiando, más por necesidad que por iniciativa propia, cuando los gastos ya no
corresponden a los márgenes y volúmenes que tenían. En estas empresas en
transformación también es posible encontrar personas que
han perdido la capacidad de aprendizaje, que se han quedado obsoletas o carecen
de los recursos intelectuales o de “las ganas”
para adaptarse al ritmo que hoy se requiere.
En ambos tipos de
empresa, la gestión del talento se ha vuelto una tarea indispensable, en
ocasiones para transformar el día a día y en otras para tratar de atraer o
retener jóvenes con una manera diferente de pensar. Mucho se ha hablado de los
millenials y sus características particulares difíciles de satisfacer con una
actividad profesional común, porque aún cuando requieran un reto constante, hay
empresas que no pueden ir a ese ritmo.
Las empresas viejas
no son opción para los millenials, pero las empresas modernas a veces tampoco;
no siempre la empresa puede ir cumpliendo los deseos de todos y por más que sea
flexible, innovadora y centrada en el conocimiento, en ocaciones tampoco puede
cumplir con esas exigencias. En ocasiones hay que cumplir con ciertas reglas,
con ciertos encargos y algunas tareas que no le gustan a nadie, pero alguien
las tiene que hacer…
¿Dónde esta
entonces la oportunidad?
La realidad siempre
es más compleja que lo que parece, y en este caso se requiere un proceso de
adaptación de todos: de la empresa clásica, en flexibilizar sus formas y sus
protocolos; en la nueva empresa en formalizar un mínimo que de seguridad; en
los colaboradores en una gran capacidad de adaptación y de fortaleza al tomar
en cuenta que la realidad de una organización moderna en un marco legal antiguo
requiere un proceso de ajuste en todos.
Tal vez lo más
importante sea que conviene a todos un proceso de adaptación en donde se puede
colaborar con un mínimo de reglas necesarias para mantener una sana
convivencia, ahí donde los millennials y los del siglo pasado podamos convivir,
podamos hacer equipo y sacar adelante la organización para bien de todos. Todos
tenemos la misma responsabilidad, cuando no hay jerarquías somos todos
responsables, o todos triunfamos o a todos nos lleva el tren. No es la edad la que nos sacará adelante sino el no caer en la obsolescencia y ese riesgo se tiene a cualquier edad, y se trata de un riesgo que si no lo tenemos presente nos puede atrapar.
Jorge Peralta
@japeraltag
www.innovaciondisruptiva.mx
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