La actitud más
común en una organización exitosa es replicar la fórmula que les ha dado
resultados. No suele ser fácil prepararse para los siguientes pasos cuando se
han saboreado las mieles del éxito. Se trata de una actitud natural que a todos nos suele ocurrir. Tenemos una tendencia a cuidar lo que ya hemos ganado, que
mentalmente se convierte en el peor momento para renovar el esfuerzo. Sucede lo contrario cuando
estamos en medio del fracaso, es más fácil cambiar porque no hay mucho que
perder.
Cuando el entorno
es estable los éxitos podrán mantenerse porque las acciones tienen el mismo
escenario de pelea, sin embargo en un entorno cambiante, las acciones que provocaron el triunfo en un momento no garantizan mantenerlo con otras variables.
Hoy vivimos en un
ambiente cambiante en el que debemos estar diseñando con mayor prontitud el
futuro cercano porque los cambios no se detienen. Vivimos en un mundo así,
cambiante; nos han cambiado los clientes, nos han cambiado los empleados y no
podemos seguir funcionando como siempre, aferrados a nuestras prácticas y
costumbres porque en poco tiempo nuestra propuesta puede ser obsoleta.
La decisión sobre
el cambio es uno de los puntos más relevantes en la gestión de un Director
General o CEO. Decidir sobre el futuro elegido es una reflexión constante de
quien dirige una organización; sin embargo tal vez el mayor riesgo es cuando se llega a una
solución tibia que nos lleva a la simulación: Ir por un cambio cosmético que
tranquilice la conciencia pero que no nos ponga en un dilema mayor. Cambiar
todo para que todo siga igual.
Tenemos una
tendencia a vernos con benevolencia y en ocasiones a vernos mejores de lo que
realmente somos. Con las empresa pasa igual, nos vemos como grandes e
importantes cuando todavía no dejemos de ser un pyme que esta en camino de
consolidación y que aún cuando se vayan cosechando los años de esfuerzo, el
camino apenas comienza y falta mucho por recorrer.
A todos nos gusta
hablar de innovación y nos gusta verla a nuestro alrededor, a disfrutar de ella
como usuarios o como clientes pero nos resistimos a que nuestra organización
sea verdaderamente innovadora por los riesgos que esto implica, porque requiere
empleados con un diferente perfil, porque implica riesgos y retos, principalmente
para la persona que tiene el deber de dirigir.
El reto más difícil
para un director general es armar un equipo de gente pensante y comprometida, que
más allá de sólo hablar, se mete en una dinámica de cambio constante, aprovechando
nuevas oportunidades, haciendo cambios de distinta índole, con la flexibilidad
que dá una visión clara; de esta forma el cambio no será algo que dependa sólo
de la dirección general, será algo que forme parte del ADN de la organización.
También convendrá
que quién hace cabeza en una organización, huya de la tentación de pensar que
el éxito lo acompañará siempre, que los éxitos pasados con garantía de éxitos
futuros; que lo sabe todo y que los demás sólo deben secundar sus deseos, algo
así como contratar mano de obra que deje su cabeza en off cuando llegue a
trabajar. O nos hacemos de un equipo de gente talentosa o no iremos a ningún lado.
Recordemos que ni
los éxitos ni los fracasos son para siempre, la vida siempre ofrece
posibilidades de retos nuevos de los que se corre nuevamente el riesgo de
triunfar o fracasar. La vida de una empresa necesita más equilibrio en las
decisiones y requiere de más indicadores para precisar sus metas más específicas que sólo medir el éxito o el fracaso. En
ocasiones el éxito será un mal aliado para buscar un futuro más sólido con un
crecimiento sostenido, por esta razón indicadores más precisos pueden dar más luces sobre la actuación.
Cada vez cobra más
vigencia esa frase que ha circulado últimamente en las redes atribuyéndosela a
Warren Buffet: “contrata a los mejores para que hagan lo que saben o contrata a
los baratos para que les digas que es lo que tienen que hacer” o ¿tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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