Estoy entrando a la edad peligrosa donde el mayor de tus hijos
debe elegir carrera para comenzar los estudios universitarios.
Como sucede en esa etapa de la vida conviene que los dejes a que
ellos elijan su camino y tu mirarlos desde cierta distancia, estar disponibles
para dialogar pero sin tratar de influir con tus preferencias, dejarlos que
sean ellos mismos.
Sin embargo me he cuestionado nuevamente, como me sucedió a mi en
ese tiempo, que a esa edad existen pocos elementos para elegir profesión, y más
aún existiendo tanta basura en el mercado. Si basura, profesiones que les han
hecho un gran marketing para cambiarles de nombre pero que al momento de ver
los planes de estudio te das cuenta que no tienen ni pies ni cabeza.
En la oferta nacional hay de todo, de buenas a malas, más
vanguardistas o más tradicionales pero todas pensando más en el pasado que en
el futuro y me convenzo cada vez más que es una decisión relevante que se toma
anticipadamente, con pocos elementos y que para algunos jóvenes, por su perfil,
les llega en un momento crítico de no tener todavía un propósito en la vida.
Es usual que muchos jóvenes busquen una profesión que les
“asegure” una salida profesional con más posibilidades. También es común que
reciban consejo de padres y profesores sobre lo que “convendría” elegir. Si un
chico elige una profesión con mal marketing como filosofía o alguna con un
matiz más artístico le suelen decir: “con esa profesión te morirás de hambre”.
La realidad es que me ha tocado conocer contadores o administradores
(profesiones más seguras según algunos) que no se mueren de hambre pero tampoco
están contentos con su nivel de ingreso.
También me ha tocado ver empresas que todavía le dan un peso
específico de la mayor relevancia al promedio de calificaciones de la
universidad y si vienen de una universidad de cierto nivel en el ranking de las
mejores universidades. Mi experiencia con esos profesionales es que la
calificación no los hace aptos para grandes retos, más bien son personajes
estándar que son muy buenos obedeciendo órdenes pero no son capaces de pensar
por ellos mismos y tomar buenas decisiones.
La generación de mis padres fue una generación que creyó
firmemente que darle una educación universitaria era la mejor herencia que
podían dejar a sus hijos, y no les faltó razón. Hoy pareciera que el peso
específico de los títulos universitarios ha perdido brillo y las personas
necesitan maestrías para destacar porque en el campo laboral ofrece algunas
posibilidades de destacar. En mi tiempo las carreras eran de 5 años, ahora son
de 4 y algunas te ofrecen hacer la especialidad o la maestría para titularte de
tal forma que garantizan uno o dos años más de ingreso.
Ante este escenario tendría algunas preguntas:
¿Los estudios universitarios te dan algo más que conocimiento?
¿Te generan competencias que te hacen más apto, más hábil, más
competente para algo?
¿La preparación académica es una garantía de generar valor?
Las generalizaciones no suelen ser acertadas, existen
universidades buenas y malas, profesores buenos y malos, profesionales capaces
e incapaces, siempre habrá de todo en una sociedad, pero ¿será entonces la
preparación académica una garantía de desempeño laboral?
Mi respuesta es un rotundo NO.
La preparación académica es una parte y es un reflejo del
resultado de una persona ante un reto en una circunstancia en una época de su
vida. Te deja ver algo de la persona pero no lo es todo. Además de lo académico
habrá que revisar otras dimensiones de la persona como su participación en
equipos deportivos y asociaciones, en actividades sociales y asistenciales, sus
intereses políticos, sus aficiones y pasatiempos, su historia familiar, su
forma de relacionarse, de comunicarse, de comportarse ante la presión, ante la
incertidumbre, ante otras circunstancias incómodas.
Los títulos dan una idea del potencial que alguna persona puede
tener, si es posible lograrlos es algo muy bueno, que si se han aprovechado
bien, algún valor han aportado, pero lejos de ser un buen criterio para definir
si una persona agregará valor o no a una organización. Son esos “adicionales”
que vienen en el curriculum lo que permite ver algo más: si piensan en grande o
son mediocres, si estarán dispuestos a jugarse la vida por algo, si ven algo
más que lo evidente, si tendrán capacidad de análisis y juicio crítico, si
saben trabajar en equipo o no, si serán tolerantes a la frustración o no, si
saben comunicarse bien, si saben vender sus ideas, temas para mi más relevantes
que haber obtenido un promedio de 8, de 9 o de 10.
Prefiero jóvenes con calificaciones medianas con una gran
iniciativa, con ganas de cuestionar y aportar al mundo que les toca vivir que
nerds bien portados, con excelentes calificaciones que se han preparado más
para obedecer que para pensar.
Esta fue la recomendación a mi hijo que pronto estará ante la
disyuntiva de elegir carrera: Elige lo que se te de la gana, solo intenta
hacerlo con intensidad, cuestiona todo lo que te digan, aprovecha el tiempo lo
más que puedas, intenta ser tu mismo e intenta ser feliz con lo que hagas para
que valga la pena el camino.
¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
www.innovaciondisruptiva.mx
@innovadisrup
Difícil momento para todos tanto padres como hijos, mucha suerte!
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