Cuando una empresa se decide a innovar, requiere de un ambiente
propicio donde las ideas fluyan, donde la apertura sea parte del modus
operandi, donde los anticuerpos de la innovación bajen sus armas, donde el
error sea una oportunidad para el aprendizaje, en otras palabras cultura de
innovación.
Generar esa cultura de innovación no es fácil, es algo que se
permea desde quien tiene el poder, porque donde el poder se comparte
voluntariamente, éste se acrecienta. Si, parece una paradoja en la que se
necesita ceder para ganar; sin embargo no es un ceder por debilidad sino una
apariencia de debilidad para que sea el equipo el que construya el futuro con
una visión compartida.
No significa que el liderazgo se pierda o que se convierta en
anarquía donde sea imposible tomar buenas decisiones para el bien de la
organización, sino que la empresa se comporte como una organización moderna
donde la inteligencia colectiva es más acertada que los jefes y también que los
expertos.
La innovación abierta define el escenario donde la organización se
abre a las ideas externas para que en combinación con los talentos internos
logren construir un nuevo valor para el cliente que permita adquirir nuevas
ventajas competitivas que marquen una diferenciación real sobre otras opciones.
Las organizaciones amuralladas están en la ruta de la muerte lenta.
La innovación abierta pone un énfasis en la colaboración y permite
que la construcción de valor “toque base” con distintas instancias, las cuáles
todas tienen algo que aportar:
- Abrir los procesos de innovación hacia dentro de la organización. Los colaboradores tienen conocimiento acumulado que no siempre se comparte, en ocasiones por miedo a comunicar lo aprendido, dados los roles en los que en ocasiones que encasilla a las personas, o por un excesivo respeto a la jerarquía o a los procedimientos establecidos.
- Abrir los proceso de innovación hacia la cadena de valor para intentar convertir el sector en una comunidad donde al mismo tiempo se permita la competencia y la colaboración. Los objetivos no siempre deben ser divergentes, siempre es posible confluir y buscar temas de colaboración por la sencilla razón de que las sumas y las multiplicaciones suelen ofrecer mejores resultados que las restas o las divisiones. Aquí pueden jugar los proveedores, los canales,
- Abrir los procesos a los clientes. Nadie mejor que ellos para experimentar las posibles soluciones a sus viejos o nuevos problemas. Siempre será más inteligente involucrarlos que sólo preguntar, recordemos que no siempre los clientes saben lo que quieren porque no tienen la obligación de saberlo, solo tienen claros sus dolores, no la forma en la que lo pueden resolver. Los clientes suelen aportar con mucho foco en la innovación incremental pero no cuando se busca penar de forma más radical: fuera de la caja.
- Aunque pareciera una locura, y ¿si los procesos de innovación se abren también a los competidores? En ocasión esas posturas podrán abrir la puerta a colaboración para una mejora del sector del que todos los participantes podamos vernos beneficiados. Los esquemas de competencia-colaboración no son lo más común en nuestra cultura empresarial pero no esta por demás pensarlos con seriedad.
- Abrir la innovación a todo el ecosistema de innovación y emprendimiento local, buscando en cadenas de valor relacionadas intereses comunes en los que se pueda dar la apertura, la confianza y la colaboración. Al ecosistema forman parte Universidades, centros de investigación y otras instituciones que generan conocimiento y otras formas de valor.
Las murallas sirven para protegerse no para recibir valor de fuera
y vivimos un tiempo en el que muy posiblemente los mejores expertos no formen
parte de nuestro equipo. El conocimiento esta en la mayor parte de veces a
nuestro alcance, son nuestros paradigmas y temores los que no nos permiten
aprovecharlos. ¿tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
www.idearialab.com
@IdeariaLab