Últimamente he querido prevenir a las organizaciones que quieren comenzar
un proceso de innovación sobre las implicaciones que este tiene.
Busco que reflexionen sobre si necesitan entrar a un
proceso de esta naturaleza, si de verdad lo quieren y si están dispuestos a
sacar adelante un proceso de cambio. Muchas veces se dejan llevar por modas y no porque tengan el convencimiento de que es el camino adecuado.
Cuando no esta claro el beneficio y el proceso, ante la primera dificultad se aborta la misión logrando vacunar a los colaboradores contra los procesos de cambio.
Para resolver ese dilema los invito a reflexionar sobre algunas
preguntas simples que sirven como guía:
- ¿Tus productos y/o servicios son muy similares a los de la competencia y necesitas diferenciarte?
- ¿Tu sector enfrenta cambios importantes y necesitas algo verdaderamente diferente para destacar?
- ¿Tus crecimientos son similares o por debajo de tu sector o se han estancado en los últimos años?
- ¿Generas nuevas ideas pero es muy difícil llevar las a la práctica?
- ¿Tu organización se esta volviendo obsoleta y cuesta mucho cambiar?
- ¿Tu equipo de trabajo esta acomodado y en una zona de confort?
Si al escuchar cualquiera de estos 6 cuestionamientos sientes que
embonan a tu situación actual estas ante una circunstancia en la que necesitas
innovar.
También es importante sobre la situación económica actual de la
organización. Si todo marcha bien, se tienen pocos incentivos para intentar
algo nuevo, porque lo que han hecho los ha llevado a ser exitosos. En esos casos,
habrá que recordarles que nada es para siempre y que existen muchas historias
de empresas exitosas que ante un cambio tecnológico han quedado fuera del
mercado.
En el caso contrario, cuando la organización vive al día o esta
pasando dificultades, el foco suele ponerse en el corto plazo y es tan
importante el día a día que difícilmente se piensa en innovar si el resultado
no es a corto plazo. Es frecuente que ante estas circunstancias los jefes
envíen un mensaje de eficiencia y no de futuro:
¡Vamos a ahorrar!
¡Vamos a ser más eficientes!
¡Vamos a bajar gastos!
Nadie duda que estas medidas muchas veces son buenas e incluso
necesarias, sin embargo también es momento de replantearse otros retos para
generar más ingresos y concentrarse en el resultado inmediato.
Es muy frecuente escuchar a gerentes o dueños de empresa decir
¡Queremos innovar!, pero al mismo tiempo dar señales a la organización de que
no deben perder tiempo en intentar nada nuevo: “concéntrate en lo de hoy,
porque debemos pagar las cuentas”. Pensar en como sacar adelante los temas
urgentes de flujo siempre será necesario, pero ¿Será un impedimento para pensar
en futuro, en estrategia, en la facturación de los próximos años? Es necesario
asegurar el hoy, pero también mirar hacia delante.
Pensar en el futuro puede ser un tema ocioso para algunas
personas, pero en realidad es la única forma de enfrentarlo con una
intencionalidad precisa y no dejarse llevar por las circunstancias. La
innovación sirve precisamente para gestionar el futuro de una forma más eficaz
porque se van construyendo las ventajas competitivas que marcaran la diferencia
no pensando sólo en hoy sino pensando en el mañana.
Si se busca un resultado inmediato del proceso de innovación, lo
más probable es que los cambios no sean radicales, sino que sólo sean mejoras
marginales de lo que ya se hace, y si el presente no es como lo queremos
estaremos condicionando a que el futuro no sea muy distinto. Si se comienza un
proceso de innovación pensando que es magia y que los resultados serán
inmediatos se presionará más allá de lo prudente al proceso creativo generando
una tensión que no contribuye al éxito del proceso.
La labor más importante del director es diseñar el futuro hacia el
cual quiere llevar a la organización; cuidar el día a día es importante pero
dejar de ver el futuro puede ser mortal y esa es la principal responsabilidad
del director general, sólo él puede hacerlo. ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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