La
arrogancia es el excesivo orgullo respecto de si mismo que la lleva a
despreciar a los demás y creer que merece privilegios a los que piensa que
tiene derecho.
Dicen
que cuando los dioses griegos querían aniquilar a alguien, lo hacían arrogante
para que se autodestruyera.
La
arrogancia es un defecto que ataca a aquellas personas que han llegado a cierto
nivel de éxito y que piensan que lo han logrado sólos, gracias a su
inteligencia, a sus virtudes, a su esfuerzo y que se les olvida que mucho de
ello lo han recibido o que han recibido apoyo de otros. No hay nada más
desagradable que una persona centrada en sí misma, llena de soberbia y que no
reconoce que parte de su éxito lo debe a los demás.
Esa
arrogancia también se vive en ciertas organizaciones, cuando se vuelven
autoreferenciales, cuando piensan que son el marco de referencia y que los
clientes deben girar a su alrededor. Directivos que desconfían de todo lo que
se ha desarrollado fuera de los límites de sus fronteras. ¿Cuándo perdieron la
humildad para aceptar que fuera de sus límites
corporativos también se pueden generar cosas buenas?
En
ocasiones el éxito nubla la vista de personas valiosas pero que han entrado a
una dinámica que les impide buscar más allá de los límites de su visión y
terminan ensimismados, con poca capacidad para adquirir nuevos conocimientos,
recibir nuevas ideas, nuevas porpuestas. Creen que conocen tanto de su sector
que no es posible encontrar talento fuera de su órbita, también descalifican todo
lo que no nace de su iniciativa y piuensan que todo debe estar bajo su control.
Aquellos que prefieren ir al ritmo de sus burocracias en lugar de pensar en
grande y replantearse todo cada vez que es necesario.
Directivo
útiles para explotar los negocios conocidos pero opositores ferreos a explorar
nuevas líneas de negocio o reinventarse. Aquellos que prefieren la mejora
continua que la innovación, que prefieren importar las mejores prácticas que
pensar (que sean importadas si es posible) en plantearse retos en la frontera
de su actividad.
El mundo y nuestras
organizaciones requieren otro tipo de liderazgo, aquel que no sólo ve problemas
operativos que resolver sino que piensan más allá, que descubre problemas que
los demás solo intuyen pero que todavía no son capaces de percibir con
claridad, esos que forman nuestros paradigmas y que ni siquiera hemos logrado
clarificar; aquellos liderazgos que van por delante rompiendo la forma
tradicional de pensar y que nos sacan de la zona de confort.
Algunos síntomas de la
arrogancia:
- Buscar alabanzas de los demás.
- Buscar ser el centro de atención de los demás.
- No dejar de hablar de tus logros con ocasión y sin ella.
- Siempre quieres tener el control.
- Envidia del triunfo de otros.
- Defenderse de la crítica.
- Te cuesta hacer equipo.
- No ves en los demás colaboración sino peldaños.
- Te cuesta pedir disculpas.
- No buscar aprender de los demás.
1) Descuidar al cliente como la fuente de su riqueza y a quien se deben como organización.
2) Perder de vista que los competidores tienen ofertas valiosas que hay que analizar.
3) Pensar que su propuesta es para siempre y no actualizarla en el momento oportuno.
Pensar en la arrogancia
es una buena forma en la que podemos hacer autoexamen, en revisar si nos
estamos subiendo a un ladrillo y perdiendo piso, si estamos en una zona donde
no nos atravemos a cuestionar nada porque ponemos en riesgo lo ganado.
Definitivamente debemos pensar si nos sobra un poco de arrogancia y le estamos
poniendo límites a nuestro crecimiento personal. No permitas que la arrogancia
te atrape, no dejes de reconocer que ni somos los mejores en el triunfo ni los
peores en las derrotas porque nada es para siempre. En el éxito debes
cuidarte de la arrogancia, porque como solían decir los griegos, es el primer
paso para autodestuirse. ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab
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