domingo, 29 de julio de 2018

Primero la empatia, después la tecnología. La trampa de la productividad

Estoy convencido que es indispensable tener claridad de los problemas que queremos resolver, antes que contar con grandes soluciones tecnológicas que buscan problemas por resolver. De otra forma suele ser común que las personas no siempre queramos hacer lo que la tecnología nos permite. Si bien la tecnología suele ir por delante en muchos temas, si ésta no nos lleva a mejorar lo que nosotros queremos mejorar es un esfuerzo vacío.

Grandes sistemas que no necesitamos, grandes computadoras con capacidades inmensas de las que sólo usamos Word, Excel y power point, que rápidamente llegan a su obsolescencia sin haberles sacado fruto, es también un tema recurrente en muchos profesionales. Algunas personas quieren el último iPhone no porque exploten su capacidad sino por estar a la moda.

Antes de cualquier cambio, antes de cualquier proyecto, antes de cualquier compra de tecnología (software o hardware) nuestra pregunta clave debería ser: ¿Para qué? De otra forma caeremos en el terrible territorio de las modas, de adoptar tecnologías e incluso formas de operar que no siempre nos vienen bien, que no siempre parten de una decisión personal.

La labor directiva consiste esencialmente en decidir sobre el futuro, aprovechando al máximo nuestras capacidades para el logro de nuestros objetivos. Sin embargo, es fácil perder la mirada y adoptar modas porque perdemos de vista el punto central: generar valor para nuestros clientes, nuestros colaboradores, nuestros aliados, nuestros socios y para nosotros mismos. Necesitamos no perder de vista el bosque al concentrarnos en el árbol, y no perdernos en el bosque sin mirar el árbol.

Cualquier estrategia consiste en mirar en futuro y definir el mejor camino para llegar allá, es una combinación de presente y futuro que la labor directiva exige. Tomando decisiones de futuro gestionando en el presente, vivir en un mundo dual que no siempre es bien comprendido. Lo ordinario es maximizar el presente cargándose el futuro, pero la responsabilidad alguien que hace cabeza en una organización es cuidar ambos mundos.

Esa palabra tan básica en ocasiones pierde significado porque nos volvemos complejos, sofisticados y buscamos valor de una forma rebuscada pensando en obtenerlo dónde no lo hay. Para ello necesitamos ponernos en los zapatos de las personas a las que queremos servir; nos queremos quedar con su dinero, pero hagámoslo por el camino reglamentario que es dándoles algo valioso y obteniendo valor para nosotros mismos.

Siempre me ha gustado la iconografía del “regalo” que se usa para representar a una propuesta de valor, nada más adecuado que algo que le damos al cliente para sorprenderlo con algo más de lo que espera a cambio de lo que nos da. Lograr que se quede con esa sensación de que ha pagado poco por lo que ha recibido. Y lograr eso no es fácil, requiere de generosidad, de ayudarlos a que perciban más porque en el fondo ¡Les damos más! Lo importante es que el equilibrio funcione, que por cada unidad de valor que les ofrecemos, recibamos algo más.

Ponernos en los zapatos de los demás, de los usuarios es la clave para dar en el clavo y acertar en sorprenderlos con un regalo valioso. Pero eso requiere de desprendernos de nuestros puntos de vista, de estar dispuestos a aprender de nuevo cada vez, de no dejarnos llevar por nuestros puntos de vista y estar abierto a nuevos aprendizajes, no importando nuestra edad y condición.

La productividad y la eficiencia se pueden convertir en una trampa cuando lo hacemos pensando solamente en la parte de la ecuación donde cuidamos nuestro tiempo y nuestros recursos, perdiendo de vista la percepción de valor de quien pretendemos servir. Si tu productividad y eficiencia no generan más valor, no te sirven para nada útil, sino que restan a la ecuación de valor.

Esa productividad y eficiencia puede ser potencializada por la tecnología, pero si no tenemos claro para qué la queremos, su razón de ser, lo único que provocará es ayudarnos a perder el foco más rápido.

Siempre que pienses en cómo buscar más productividad en tu actividad reflexiona antes de actuar, si eso que ganas, mayor tiempo o dinero o capacidades, te sirve para generar más valor de tus usuarios y si esto va de la mano con tus objetivos; te aseguro que en más de una ocasión descubrirás que estas equivocado.

En ocasiones, lo más adecuado para tu cliente, para tus compañeros, para tus colaboradores y para tu familia es el ser profundamente “improductivo”, dejando de pensar en lo que te conviene a ti, para pensar en lo que les conviene a ellos. 

¡¡Cuidemos el no volvernos expertos en productividad de lo que no importa!!

Cuando tengas claro dónde generas valor, es momento de pensar en la tecnología que terminará siendo con dos objetivos, si, como lo oyes, sólo dos objetivos: Mejorar la experiencia de tus usuarios y maximizar su percepción de valor, o bien, incrementar la eficiencia de tu operación. Estas dos grandes ventajas palidecen si comienzas a pensar en ellas sin antes tener claro lo importante: entender dónde generas valor.

La clave de la eficacia esta en aprender a desprendernos de nuestras opiniones, de nuestras comodidades, de nuestros gustos, de nuestras preferencias para poner en primer lugar a las personas a las que pretendemos servir, entendiendo primero cuáles son sus preferencias y posteriormente actuando en consecuencia. Ahora si, después de tenerlo claro, usar la tecnología para lograr lo que hemos decidido en conjunto con nuestros objetivos antes, más y mejor.

Jorge Peralta
@japeraltag

@idearialab

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