Una de las situaciones que más enriquece al hombre es la convicción del valor que genera su actividad, sino fuera de esta forma, tendría motivos suficientes para la frustración.
Sentirse útil, darse a los demás, aportar algo, puede ser dicho de distintas formas, pero en última instancia se trata de generar algo valioso; sin embargo, esa “valiosidad”, no la debe medir quien realiza la actividad sino los que reciben el beneficio.
La satisfacción por generar valor tiene un impacto importante en la actitud de las personas y su fundamento radica en dos variables que deben estar íntimamente conectadas, el reto al que se somete una persona y talento que tiene para enfrentarlo. Digo conectados porque el reto debe ir en la proporción al talento de la persona.
A mayor reto se requiere más talento; si las personas atienden retos que están en sintonía con su talento provocará que la persona vuelque todo su interés y termine apasionado por su actividad, redundando en dar más allá de lo ordinario. Cuando las personas trabajan con retos sensiblemente menores a su talento terminarán en una actitud de apatía.
Hace algunos años, leyendo un artículo de un de mis gurús (Luis Huete) que hacía una reflexión sobre los retos de las personas talentosas tome un cuadro que busque simplificarlo para facilidad de mi entendimiento, e intentar explicar cómo el hecho de meterse en una zona de confort no depende exclusivamente del talento de las personas sino de los retos que se vayan poniendo.
En la medida en que una persona talentosa se va poniendo retos a su altura, el apasionamiento surge porque la persona tiende a dar lo mejor de sí; en cambio cuando una persona no se pone retos relevantes o acaba desempeñando una actividad que no lo reta suficientemente entra en la zona de relajación que lo meterá por un camino de rutina que es la puerta de entrada a la zona de confort.
Cuando una persona no tiene talento suficiente para el reto que se le está planteando, posiblemente entre en un estado de ansiedad que le impida dar su mejor versión; de la misma forma cuando escasea el talento y además no se proponen retos mínimos, las personas pueden entrar en un estado de apatía que los lleve a un estado de círculo vicioso del que no se saldrá hasta que no se haga consciente de ello.
¿Porqué será tan importante para las personas ponerse retos de acuerdo a su talento? Incluso si es posible elegir siempre convendrá ponerse retos por encima del talento para provocar un sano crecimiento; los retos siempre te llevan a más. El reto es un disparador del intelecto y de la emotividad que nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos, a superarnos, a avanzar siempre más allá; sin ellos se nos introduce el virus del conformismo que es el comienzo del envejecimiento del alma.
Seas quien seas, te dediques a lo que te dediques, tengas la edad que tengas, si no provocas que tu talento de lo mejor de sí a través de retos que lo hagan crecer terminarás metiéndote por caminos de mediocridad. Recordé aquel viejo de dicho que dice: “ si decides subir en bicicleta, si dejas de pedalear te caes”.
Siempre es buen momento para preguntarte si te estás poniendo retos a la altura de tu talento, de cuestionarte si tu actividad profesional te plantea los retos necesarios o bien si necesitas cambiar de actividad o reinventarte, o si no tienes otro remedio, ponerte un reto en una actividad lateral como un deporte o un hobbie.
Ponerse retos siempre depende de ti.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab
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