Ante una pregunta expresa mía de porque entonces no era siempre bien vista la diversidad de pensamiento, el buen Jorge Llaguno me respondía de una forma brillante que me dejo pensando en los siguientes días:
“Se opone a la visión centralista (y materialista) que heredamos de Taylor y la Primera Revolución Industrial (quizá incluso desde los caudillos que describe Weber): pensar distinto del grupo se ve como amenaza a la unidad y quizá hasta traición. Por eso Christensen explica la dificultad que tienen los grandes corporativos para innovar...”
Tiene mucha razón, los innovadores se ven como tipos peligrosos porque ponen en riesgo la unidad e incluso pueden ser vistos como traidores para la causa común del grupo. Sin embargo también es evidente que esa actitud defensiva va alejando a las organizaciones de la realidad que vive la sociedad a la que pretenden servir.
Centrarse en el producto y no en cliente, centrarse en la cobranza y no en las ventas, centrarse en el control y no en las personas, centrarse en el resultado y no en el objetivo es una tendencia que sucede cuando perdemos el rumbo y dejamos de tener presente la razón de ser de cualquier persona u organización.
Centrarse en los medios y no en los fines convierte a quienes tienen el deber de dirigir en simples capataces cuidadores de que todo marche de acuerdo a lo establecido cancelando la posibilidad de pensar y en última instancia de disentir. Esta situación trae graves consecuencias tanto a quien tiene el encargo de dirigir como para la organización misma ya que se cuida el hoy pero se pierde el futuro, provocando un inmovilismo que en el entorno actual se vuelve un verdadero cáncer.
A toda organización le conviene tener algunos locos que piensan distinto, que ponen en jaque al status quo, que se atreven a proponer, a disentir, en pocas palabras que se dan el permiso de pensar y de aportar. Esos “locos” podrán encontrar terreno fértil cuando los liderazgos entienden que el talento debe gestionarse de una forma distinta; que no ponen en riesgo la unidad si aprenden a escuchar y están abiertos a que la visión se amplíe y se ajuste para mantenerse vigentes y mantenerse en el liderazgo de cualquier actividad.
Pensar es gratis, conviene hacerlo más seguido o al menos no impedir a quien lo quiere ejercitar aún cuando se vea un panorama distinto al que ven los demás.
Jorge Peralta
@japeraltag
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