En el siglo pasado la mejora continua que desarrollaron los
japoneses rindió sus frutos al poner a varias de sus empresas en la cita de sus
sectores; un buen ejemplo es la industria automotriz con Toyoya que a través de
metodologías como el Kaizen lograba pequeñas mejoras paulatinas que los
llevaban a una diferenciación importante.
Sin embargo, en un mundo en el que la velocidad del cambio es
abrumadora, la mejora continua no es suficiente. Es necesaria para mantener una
ejecución ejemplar pero en un mundo volátil en el que las variables crítica se
mueven, la mejora no plantea grandes diferenciaciones y las organizaciones
buscan cambios más radicales.
Sin embargo ambos conceptos no están contrapuestos, un cambio
radical en el concepto de negocio, en un producto o en un proceso llevará
posteriormente a un proceso de mejora continua.
La mejora continua nos lleva por una pendiente, la innovación nos
implica un salto. En que consiste la diferencia, pareciera hasta este momento
que la diferencia consiste únicamente en la radicalidad del cambio, sin embargo
no es así, otro ingrediente fundamental es el riesgo.
Las mejoras no implican riesgo porque se trata de un modelo
conocido donde las variables externas son las mismas: mismos clientes, mismo
escenario, etc. Las mejoras son necesarias y de obligado cumplimiento si se
busca estar a la altura de la competencia. Por otra parte, innovar implica
riesgos, y lleva a un cambio de variables que necesariamente lleva a las
organizaciones a salir de la zona de confort. La innovación plantea el uso de
nuevos recursos tanto físicos como económicos y de talento que mueve los
parámetros establecidos e implica recursos diferentes al de la ejecución.
La mejora se centra en la ejecución, la innovación se centra en el
descubrimiento. Ambas necesarias pero con objetivos, foco y metodología
distinta. Una vela puede mejorarse, pero por más que mejore no se podrá
convertir en una lámpara, son de distinta naturaleza. Un foco aunque mejore no
podrá convertirse en un leed.
Tal vez el tema más delicado es que en muchas ocasiones, los
responsables de la mejora no siempre pueden ser los responsables de la
innovación, y no porque no sea posible o sean incompatibles, más bien de trata
de que se requiere un “midset” distinto que no siempre es intercambiable.
A las organizaciones no suele gustarles el riesgo, su estructura,
sus formas de gobierno hacen que busquen más bien cuidar lo ganado y evitar
riesgos, sin embargo, hoy esa mentalidad, si bien no debe ser superada porque
las empresas hacen bien en cuidar lo ganado, debe ir acompañada de grupos que
estén dispuestos a correr ciertos riesgos, medidos, pero que necesariamente
ponen en duda los modelos actuales. Esos grupos deben tener un “mindset”
distinto que los lleve a pensar no en una “mejor ejecución” sino en rutas
distintas que los lleve a nuevos destinos, no los mismos mejorados sino
distintas.
No se trata de que las organizaciones “jueguen a la ruleta rusa”
corriendo riesgos innecesarios, porque no hay nada más riesgoso que se
mantengan propuestas de valor envejecidas que dejen de mantenerse vigentes en
el gusto de los consumidores, sino que a la par se vayan construyendo nuevas
propuestas que mantengan actualizada la propuesta de la organización.
Podríamos decir que hoy se necesitan organizaciones ambidiestras,
que por una parte administran y gestionan el presente buscando una ejecución
que continuamente vaya mejorando y otra organizaciones que ponga su mira en el
descubrimiento de nuevas propuestas que no se fundamenten en la mejora si no en
un cambio con mayores riesgos, mismos que serán mitigados a través de
metodologías adecuadas para ello.
Las organizaciones que quieren ejecutar magistralmente y al mismo tiempo quieren descubrir nuevas oportunidades requieren de un liderazgo distinto que sepa combinar dos focos distintos, el de la ejecución y el del descubrimiento y principalmente asignar recursos a ambas labores, indispensables para el presente y el futuro de la organización. La ejecución puede sobrevivir sin un liderazgo, la incertidumbre que plantea la innovación no.
Las empresas sanas y con futuro, mejoran en donde hay que hacerlo
e innovan como parte de su modus operandi descubriendo nuevas oportunidades,
conscientes de que el ejercicio de innovar implica riesgos pero no hacerlo
implica más.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab
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