Arriesgado:
Audaz, atrevido, osado, intrépido, valiente, arrojado, decidido.
Insolente: Persona
que habla con atrevimiento, falta de respeto o moderación.
Subversivo: Quien
busca alterar el orden.
¿Qué tienen en
común estos tres conceptos y por qué he decidido escribirte sobre ellos el día
de hoy?
Me ha motivado estas líneas un
chat en el que comparto ideas con algunos de mis compañeros de una de mis épocas de estudiante de tiempo completo; la mayor
parte de ellos cincuentones y los que me une la amistad de muchos años. Ya
tenemos más de 20 años de haber compartido las aulas y hemos seguido caminos
distintos, unos son directores de grandes empresas líderes en su sector, otros
se han convertido en exitosos funcionarios públicos, algunos académicos y algunos
otros en empresarios.
En todos ellos he
logrado descubrir sus genuinas intenciones de aportar su grano de arena para
que nuestro país mejore y corrija viejas prácticas que nos impiden avanzar y
convertirnos en potencia; nos ata todavía una cultura política que no fomenta
la participación y la responsabilidad ciudadanas en toda su dimensión.
Sin embargo, en
algunos de ellos veo una tendencia a ir despacio, a ir con cuidado, a no perder
lo ganado, a ser prudentes en los cambios, a ir por el camino seguro. Es
probable que al ser en su mayoría personas exitosas estén satisfechos con lo
logrado y tengan pocos incentivos para cambiar, para seguir aprendiendo para
seguir estudiando para seguirse preparando. Algunos ya han llegado al climax de
su preparación, ya no tienen interés en ir por más sino en conservar lo ganado.
En más de una
ocasión hemos comentado de la necesidad de seguir aprendiendo, que en este
tiempo en lo que casi todo cambia la única forma de mantenernos en pie es
mantenernos actualizados. No hay edad límite para aprender, habrá edades en la
que ciertas cosas cuesten más pero se trata de un tema de actitud, no de
capacidad.
Sin duda no se
trata de cambiar por cambiar, ni todos los cambios son buenos, pero
desafortunadamente es difícil saberlo sin probar, sin intentar. La madurez de
la mano con la apertura de mente puede llevarnos lejos porque nos permite ser
más agudos en los cuestionamientos, en no dejarnos llevar por la primera
impresión porque nuestro colmillo ya deja huella a su paso, pero no podemos perder las ganas por intentar, aún cuando esto tenga su riesgo.
Tal vez nuestra
principal función es ser agente de cambio, con la actitud de quién
ha triunfado y de quien también seguramente ha fracasado y que no quiere evitar
nuevos fracasos porque se mantiene con la juventud de estar dispuesto a todo, corriendo ciertos riesgos, siendo artífice de una nueva transformación.
Nuestro rol en la
empresa, en la sociedad, en cualquier tipo de organización en la que estemos
involucrados es hacer que las cosas pasen, que influyamos positivamente en los
demás en que sean audaces, en que vayan a más, en que corran ciertos riesgos,
con miedo, pero avanzando. Ser impulsores y no freno de los cambios que permitan avanzar. Al mismo tiempo ser un poco insolentes porque nos
queda menos tiempo, sino somos inoportunos ahora, cada vez será más difícil serlo,
y la gente madura se nos perdonan ciertas cosas.
En mi labor
cotidiana tengo que tratar con muchas personas jóvenes, que se acercan a pedir
consejo para sus proyectos de nuevas empresas; no perderé más minutos, en cada
ocasión que pueda los invitaré a ser un poco más arriesgados, insolentes,
subversivos, porque este mundo lo necesita, nos queda mucho por hacer.
Esas tres
características las han tenido todos aquellos que desafían el status quo, lo
han hecho los inventores, los empresarios disruptivos, algunos políticos que
han cambiado al mundo, los innovadores y todos aquellos que quieren poner su
aportación para que este mundo avance. No podemos quedarnos de espectadores,
debemos participar; cada uno tendrá de decisión de tomar acción o dejar que
otros ocupen tu lugar. El mundo avanzará contigo o sin ti, es mejor que lo haga contigo y que aportes todos los aprendizajes de los fracasos y triunfos que llevamos a cuestas.
Los que ya
estamos en la edad madura debemos cuestionarnos con más precisión si seguimos
avanzando o si estamos acomodados, si estamos satisfechos y comenzamos a
envejecer o si seguimos avanzando aportando y cambiando lo que sea necesario. La
madurez es una buena edad para hacernos preguntas incómodas para ser un poco
más audaces, para atrevernos a provoca cambios a través de otros, necesitamos
ser artífices de que las cosas pasen. Nada más subversivo que alguien que dice
lo que piensa y actúa en consecuencia, poniendo con su testimonio la semilla para la acción de otros.
Así que no
importando tu edad y condición piensa si a todos nos vendría un poco de estos
tres ingredientes para que hagas una buena reflexión sobre lo que nuestra
actividad aporta a la sociedad. Un poco más arriesgados, insolentes y
subversivos nos vendría bien a todos.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab
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