Emprender
es una de los retos más grandes que se plantea una persona. Correr el riesgo de
invertir tu patrimonio, y lo que es peor aún, el patrimonio que todavía no
construyes, en una aventura de tal naturaleza que requiere cierto grado de locura.
Así que suele suceder que te gane la angustia, que pierdas el sueño, que te den
envidia tus amigos que cobran cada 15 días y que viven mejor que tú, que te inquiete el pasar del tiempo y que las cosas no salgan como quisieras, y un largo etcétera de situaciones que te generan inquietud.
Sin
embargo, es muy importante señalar que ese camino lo has elegido tú y nadie
más; que no son las circunstancias las que te han llevado a ello, sino que hay
una decisión personal detrás. Emprender es un acto de libertad que si bien es
cierto lo disfrutas también trae consigo situaciones no tan agradables y que
van generando ansiedad y en muchos casos minando la confianza en ti mismo.
Hace
algunos días me comentaba un emprendedor días después de una sesión de trabajo
en la que revisábamos la oferta que lanzará al mercado y me decía:
“se me quito el sueño,
me dejaste acelerado y al mismo tiempo me quede con la preocupación de….y si no
funciona”
Cuando
me lo decía, pasó por mi cabeza las veces en las que yo también he sentido lo mismo, y veía que una
de las grandes responsabilidades de un mentor es la empatía, ponerse en los
zapatos del otro y recordar cuando hemos estado en esa posición de angustia. Conviene recordar que empatía significa ponerse en los zapatos del otro, pero que ponerse en los zapatos del otro implica quitarte primero los tuyos.
Mi respuesta fue casi inmediata: “¿qué es lo peor que puede pasar?”
Mi respuesta fue casi inmediata: “¿qué es lo peor que puede pasar?”
Tal
vez enfrentarse con frecuencia a esa disyuntiva te lleva a estar siempre consciente
de que el fracaso es una posibilidad y que hay que estar preparado en
su momento para ello; sin embargo esa misma tensión, esa misma adrenalina es la que te permite
ir sorteando las dificultades con una sensación de alerta. En el proceso de
emprender siempre estaremos necesitados de tiempo, de recursos, de contactos, de
conocimiento, situación que siempre nos lleva a cierto nivel de angustia,
proporcional a nuestras áreas de oportunidad.
Esa
angustia es generada por la incertidumbre, por no tener las cosas bajo nuestro
control, el convencerse de que en ciertos momentos, debemos trabajar más,
pensar más, invertir más, sufrir un poco más, manteniendo la esperanza de tiempos
mejores. Saber que se acerca el día de pagos y todavía no cobras, saber que
tenías un compromiso y parece que no llegas, o saber que se acerca la fecha en
la que vas a inaugurar y todavía faltan muchos detalles ¿te suena familiar?
Llorar es permitido, pero no lo es dejarse dominar por el miedo y la ansiedad.
Uno
de los factores de éxito de cualquier emprendedor será la forma en la que
maneja sus angustias, la forma en la que las procesa, la rapidez con la que
pide ayuda y confronta puntos de vista para no terquear, para saber pivotar
cuando sea necesario, para reconocer cuando las cosas no van bien y tener la
humildad de pedir ayuda.
Emprender
es una fábrica de hombres y mujeres valiosos; en ocasiones el proceso tarda un
poco, pero el final casi siempre es feliz, o ¿Tú que opinas?
Jorge
Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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