Todas las personas que vamos entrando en la edad de la madurez solemos pensar en lo útil que es la experiencia que hemos adquirido a lo largo del camino profesional y con los “golpes” que te va dando la vida. El proceso de madurez exige descubrir aquellas cosas para las que estamos mejor dotados, ver con claridad nuestros defectos y nuestras virtudes; es decir, la madurez exige un conocernos a nosotros mismos.
Ese autoconocimiento nos va llevando por rutas en las que nos
sentimos cómodos, donde nuestra experiencia funciona, donde nos volvemos de
alguna forma “expertos” en algún tema. Sin embargo en un mundo en el que se
cambian con más frecuencia las reglas, la experiencia adquirida no siempre sirve
para enfrentar el futuro.
Existen ciertos aprendizajes significativos, que van dejando
huella en nosotros los que nos van transformando por dentro para bien y para
mal. El ser humano se siente cómodo al ir generando costumbres, ciertos modos
de proceder que se convierten en su ruta segura, en aquella donde sabe las
reglas, el camino, los riesgos, los peligros, etc.
Ante un futuro incierto, en el que frecuentemente se cambian las
reglas del juego, la experiencia no nos será siempre de utilidad, incluso en
ocasiones será un ancla que nos impida avanzar más rápido por caminos en los
que no sabemos la ruta, en caminos donde no podemos saborear la comodidad de
sentirnos expertos.
Ante esta panorama hay dos alternativas, nos seguimos considerando
expertos con el riesgo de cada vez saber más de muy pocas cosas, o seguimos
ávidos de aprender cosas nuevas, dejando atrás nuestros paradigmas,
investigando, explorando, sin perder el ímpetu por caminar rutas inexploradas,
por desarrollar nuevas capacidades, por comenzar una y otra vez, de la misma
forma como en la juventud cuando queríamos aprender algo. Para decidirse a
aprender cosas nuevas, cualquier edad es buena.
“ No es cierto que la gente deje de perseguir sus sueños porque
envejece, más bien envejece cuando deja de perseguir sus sueños”: Gabriel
García Márquez.
Las personas necesitamos reinventarnos periódicamente, tan
frecuente como lo señale nuestra intuición o con la velocidad con la que la
realidad nos diga que nos estamos quedando obsoletos. Ante estos cambios,
tenemos nuevamente la disyuntiva: vamos por delante proponiendo el futuro o
vamos a la cola del tren, rescatando lo que se pueda ante una realidad que
cambia de forma vertiginosa. Cambiar voluntariamente con el deseo constante de avanzar y mejorar es parte del secreto de la felicidad.
Luis Huete, en su estupendo libro “Construye tu Sueño” comenta que
las personas debemos reinventarnos aproximadamente cada 7 años, tiempo
suficiente para renovar nuestra propuesta, para renovarnos nosotros mismos.
Para plantearnos un nuevo camino profesional para construir nuevas capacidades
que pongan en una posición más competitiva y en resumen más satisfechos con
nosotros mismos.
Vivimos un mundo en el que la contribución pesa más que el currículo,
hoy los títulos son para comprobar que pasamos por una aula no para mostrarlos
como una garantía de capacidad. La capacidad se ve en el saber hacer y en el
esfuerzo por mantenerse vigente.
Hoy, no es suficiente tener un título universitario, lo más
probable es que muchas de las cosas que nos enseñaron hace 15 o 20 años ya
estén pasadas de moda, y necesites una actualización constante. ¿Cuántos libros
lees al año?, ¿Desde cuándo no te enteras de los últimos adelantos de tu
profesión?, si no te gusta lo que haces ¿Te has planteado seriamente dedicarte
a otra cosa?, ¿Has considerado volver a las aulas a estudiar o a enseñar, que
es una buena forma de obligarse a estudiar? Hoy que la tecnología permite te
pone al alcance de tanto conocimiento ¿Cuál es tu postura? ¿Has perdido el
hábito de estudio y de la lectura?
Los títulos universitarios pueden ser una gran herramienta, si nos
sabemos apoyar en ellos para seguir construyendo; pero si no lo hacemos, se
convertirán en una cadena que nos dará una seguridad temporal pero que en poco
tiempo se convertirá en un lastre por su obsolescencia.
Reinventarse periódicamente
será el reto de cualquier profesional que quiera ser protagonista en el mundo
en el que vivimos, de otra forma irremediablemente seremos espectadores,
esperando a que el mundo cambie para protestar y luego para cambiar por
obligación. No se si sean siete años el período adecuado, como sugiere Luis
Huete, pero percibo que cada vez más ese tiempo se acorta. Lo más importante
será mantenerse en el camino, para ser piezas inacabadas que siempre buscan el
reto de ser mejores cada día.
Piensa si estas en la punta de lo que haces, si vas por delante o
te estas comenzando a exigir poco; no te dejes llevar por la comodidad, será
una mala inversión en tu futuro.
¿Y tu hace cuanto tiempo que no te reinventas?
Jorge Peralta
@japeraltag
www.innovaciondisruptiva.mx
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