Emprender siempre tiene sus riesgos: el riesgo económico de perder
el dinero invertido, el riesgo de perder el tiempo, el riesgo reputacional,
etc. Al emprender, el riesgo cambia en su dimensión dependiendo de varios
factores como por el ejemplo el tamaño del proyecto, la edad y circunstancia
del emprendedor y su red de colaboración a la que tiene acceso.
En mi labor de mentor, les sugiero a los jóvenes con perfil
emprendedor que no dilaten más tiempo del necesario en arrancar sus proyectos,
porque si existen posibilidades de fracasar, las consecuencias en la juventud,
son menores que cuando se trata de alguien que se encuentra en la madurez. No
es lo mismo una caída de un joven de 20 que la de un cuarentón, las primeras
sanan más rápido y suelen tener consecuencias menos graves que las del
cuarentón; Sin generalizar, en los proceso de emprendimiento suele suceder algo
similar: si el fracaso llega temprano hay más tiempo para darle la vuelta.
Entre más edad y más obligaciones se adquieran, el riesgo para emprender crece
y la incertidumbre lastima mas.
Sin embargo no todos los riesgos tienen que ver con la persona,
existen también los riesgos inherentes a la naturaleza de los proyectos, si se
trata de proyectos con énfasis en tecnología suelen ser más ágiles y baratos
sus experimentos de prueba que si se tratara de proyectos más tradicionales,
basta con apoyarse en herramientas en la web para descubrir si aquello tiene
posibilidades de éxito o no.
De la misma forma, la red de colaboración con la que cuenta un
emprendedor facilita el proceso de validación y de conexión con oportunidades
de negocio reales que si se tratara de emprendedores sin una red en la cual
apoyarse.
Luego entonces, existe el riesgo del emprendedor por su perfil, su
equipo y sus circunstancias personales; el riesgo de la naturaleza del proyecto
y la industria en la que se encuentra; por último también existe el riesgo de
la pertenencia o no a una red de colaboración. Todos ellos son fundamentales
para determinar el riesgo al que se expone un proyecto emprendedor en su
conjunto.
Son muy pocos los emprendedores que “sacan la bola del estadio en
su primer turno al bat” ; casos contados como los fundadores de FaceBook,
Instagram o whatsapp son más bien la excepción. Lo más común es la historia del
emprendedor que lo intentó varias veces, realizó algunos pivoteos hasta que
llego a su modelo de negocio exitoso. Lo común es fracasar al menos una vez
antes de triunfar, pero también es verdad que más de alguno ya no quieren
intentarlo después del primer revés. Además solemos escuchar más sobre
historias de éxito que sobre fracasos, de ambos se aprende y mucho.
La resilencia ante el fracaso y la fortaleza para el esfuerzo
continuado no forman parte de nuestro talento innato, más bien se trata de virtudes
que se van formando a lo largo del tiempo después de un esfuerzo continuado
durante mucho tiempo; sin ellas el emprendedor estaría en riesgo de abandonar
el sueño ante la primera dificultad. Si bien los emprendedores suelen ser
optimistas desmedidos y luchadores incansables también pasan por momentos de
soledad y de ganas de abandonar la lucha, es ahí donde la labor del mentor y de
la red de colaboración se vuelven claves, sin ellos la tasa de fracaso crece y
no por falta de capacidad del emprendedor sino por no manejar correctamente sus
miedos y sus emociones.
También es verdad que los recursos siempre son limitados y que un
emprendedor no puede pasarse todo el tiempo probando hasta que encuentre el
proyecto de sus sueños; las cuentas deben pagarse cada mes y no hay “más leña
que la que arde”. Para ello, es muy necesario tener algunas fuentes de recursos
que permitan solucionar al menos las necesidades básicas, y esas crecen en la
medida en la que las personas van adquiriendo compromisos con el fundar una
familia. Por esta razón, entre más joven se pueda comenzar será mejor, habrá
menos ataduras y menos necesidad de recursos. Si se puede conseguir una
actividad profesional a la par del emprendimiento, que vayan relacionadas y que
permita sacar al menos para los “chicles y los pasajes” suele ser una gran
ayuda.
Un emprendedor de verdad es aquel que apuesta por su idea hasta el
punto de no retorno, hasta el punto de no guardarse nada, de no armar un plan
“B” por si acaso. En muchos casos, cuando se queman las naves es cuando las oportunidades se abren. Cuando sabes que tu futuro depende del éxito de ese proyecto es cuando conectas con tu pasión y es hasta entonces todo
lo que tienes a tu alcance es cuando más incrementas tus posibilidades de
éxito. Cuando el emprendimiento es mi"side business" difícilmente sale, crece y se desarrolla salvo contadas excepciones.
Los emprendedores no son unos locos temerarios que no miden los
riesgos y no calculan sus posibilidades de fracasar, ni tampoco se trata de
irresponsables que no prevén posibles dificultades que les generen un
desequilibrio económico, eso dependerá de la capacidad de riesgo e
incertidumbre que pueda manejar cada persona. Sin embargo emprender no esta
hecho para los tibios; los que quieren asegurarse de que todo este pavimentado
para dar un paso, lo más probable es que aún cuando este recién pavimentado no
lo harán, saldrán con otro tipo de contratiempos acrecentados por el miedo y la
imaginación que se convierten en un obstáculo verdaderamente imposible de
franquear.
Después de conocer muchos emprendedores y aprender sobre sus
procesos de arrancar empresas he llegado a la conclusión de que cuando la pasión y el deseo de
cambiar el mundo aparecen, los riesgos siguen ahí pero no tienen el tamaño
suficiente para detenerlos, siguen adelante y triunfan. Cuando hay una pasión, un proyecto valioso y un talento detrás se buscan los cómos, cuando no se buscan las excusas.
Emprender es para valientes, ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
www.innovaciondisruptiva.mx
@innovadisrup
Buen día... te he enviado un correo hace una semana y dejado mensajes un par de veces. Agradecería tener una respuesta.
ResponderEliminarGracias.