Hace unos días me tomé un café con un buen amigo que tenía meses
de no charlar, recordamos las reuniones de hace algunos años y nuestra plática
giró alrededor de la forma en la que algunas personas procesaban el éxito de
otros.
Veíamos que a veces la mezquindad no nos permite reconocer y
valorar los triunfos de los demás, esa misma mezquindad que a veces juzga sin
saber, sin entender las horas que hay detrás de un triunfo en cualquier
disciplina.
No existen caminos fáciles; el camino de cualquier persona esta
lleno de dificultades y como decía Winston Churchill: “El éxito es ir de
fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”; y es verdad fracasar aprendiendo
de ello te va acercando más y más a tu meta. Tal vez lo único que es requerido
es que verdaderamente se tenga una meta, un motivo, un propósito, porque si
éste es verdaderamente poderoso te podrás levantar de cada fracaso y tomar
aprendizajes, no sin sufrir, no sin desesperarte, no sin llorar.
Vivimos en una sociedad que nos quiere evitar a toda costa el
sufrimiento, la eutanasia, el aborto, son prueba de ello, somos capaces hasta
de perder vidas por evitar el sufrimiento, por tener una vida más cómoda. Hasta
en cosas menos trascendentes también queremos evitar el esfuerzo, como por
ejemplo, esos cursos de idiomas de 3 meses, o esas carreras exprés sin ir a
clases, o esas dietas en las que bajaras sin dejar de comer un poco. Todas
ellas fantasías, porque no hay fórmulas mágicas: lo valioso requiere un
esfuerzo.
En mi experiencia en el campo de la innovación para algo igual.
Directores que quieren inventar una innovación que no tenga riesgo, ni cueste,
o mejor aún, que sea fondeada con recursos públicos porque ellos no tienen
presupuesto para la innovación. Directivos que siguen la innovación por moda,
que incluso mandan a su equipo a algún curso, y parece que todo marcha bien
hasta que llegan las decisiones difíciles a su mesa, entonces la innovación
deja de ser “cool” y mes mejor por el camino seguro.
Recuero también de cierto director (no digo nombres para no herir
susceptibilidades) en la que antes de cada decisión difícil pide 25 estudios de
mercado que le confirmen que en verdad se debe dar el paso y cuando se decide a
darlo es porque ya va tarde. Ese tipo de personas que si quiere el cambio pero
que no quiere la incomodidad del cambio ni el riesgo de la decisión.
Temo desilusionarte pero las ganas no son suficientes, son
necesarios un propósito que te pueda conducir en medio de las dificultades,
muchas horas de esfuerzo y algunos fracasos a cuestas. Historias de éxito al
primer intento no son muchas y aún en esos casos las dificultades llegan tarde
que temprano y sin un propósito real de seguir los propios ideales, la vocación
y querer cambiar al mundo casi nunca se llega muy lejos.
Ningún triunfo es accidental, así que recuerda una de las grandes
frases de William Shakespeare:
“Dulce es el fruto de la adversidad, que como el sapo feo y
venenoso lleva siempre una gema en la cabeza”
No huyas del camino incómodo, no pierdas de vista tu propósito aún
cuando a veces el camino no se vea, aún cuando a veces te asalten los miedos,
aún cuando haya mucha gente buena que te diga que no podrás. Si tu propósito es
firme vale la pena continuar, y si fracasas, continuar con más experiencia, la
siguiente podrá salir mejor.
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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