Estos días he comentado con varios
empresarios sobre la necesidad de revisar la planeación estratégica que
hicieron para el 2016. Diferentes enfoques los han llevado a cuestionar la
previsión que hicieron del año; unos de ellos preocupados porque no han llegado
a su meta y todo parece indicar que si siguen trabajando de la misma forma no
llegarán. En otros casos porque la han superado ampliamente y se están
cuestionando revisarla para re-enfocarla, pareciera que se están enfrentando a
un “feliz” problema.
En ambos casos, los que se han quedado
cortos y los que han excedido su meta, lo que en el fondo se están planteando
es si conviene dedicarle tiempo a planeaciones tan detalladas, a las que le han
dedicado recursos y esfuerzo para concluir en que en los escenarios actuales,
hacer planes tan a largo plazo puede no ser tan redituable como sucedía en el
pasado.
Reflexionar sobre si moverse con un plan
preciso o más bien aprender a moverse sin planes; decidir sobre si dedicarle
mucho tiempo a planear o mejor emplearlo en probar y aprender rápido para
incidir en el resultado de forma inmediata. No hay una respuesta correcta,
dependerá de la organización, del perfil del director, de su capacidad para
moverse con incertidumbre y en el fondo de la cultura organizacional.
Durante varios años he podido constatar
que no existen recetas, que siempre una planeación básica que sirva para
plantear bien los objetivos, enfocarnos en ellos sin una presión mayor por
tratar de predecir el futuro sino por saber leer con rapidez el resultado de
nuestras acciones y estar dotado de toda la flexibilidad que sea posible para
modificar las líneas de acción, aún con el riesgo de contradecirnos a nosotros
mismos. Conviene perder el miedo a equivocarnos, a cambiar de opinión.
Hoy estoy convencido de lo que queremos
conseguir y de la razón de ser de nuestra actividad, definiendo con claridad
aquellas cosas en las que queremos ser los mejores o al menos uno de los
mejores. Con esas premisas claras, lo demás será ponerte en marcha tomando decisiones
concretas e ir caminando con los ojos bien abiertos para aprovechar las
oportunidades. En ocasiones será con ojos bien abiertos pero vacunados contra
todo aquello que nos quiere meter en el redil donde caminan todos, porqué ahí,
el lugar común para todos será la mejor forma de ser del montón, ahí donde no
hay riesgos pero donde tampoco hay retos.
La “criptonita” de un emprendedor es
navegar por aguas por aguas tranquilas durante mucho tiempo, porque ese no es
un ambiente para guerreros sino para marineros de agua dulce. No se trata de
ser temerario, ni de ser masoquista, más bien se trata de no rehuir el reto
cuando bien sabemos que sin esfuerzo no hay triunfo.
Aprender a moverse en incertidumbre es
una competencia indispensable para cualquier emprendedor, saber renunciar a
tener todo planeado porque las oportunidades no obedecen a los planes de nadie,
ellas llegan y se pasean frente a nosotros, esperando a los que están
dispuestos a tomar los riesgos necesarios para aprovecharlas.
Creo que una ruta conveniente sería la
siguiente: tanta planeación como sea indispensable y tanta flexibilidad como
sea posible, o ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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