Seguramente han pasado muchos años desde que te hacías o te hacían
esta pregunta. No obstante estoy seguro que recuerdas tus respuestas:
futbolista, bombero, astronauta, presidente, policía. Tal vez te pasaba como
uno de mis hijos que ante esta pregunta decía: “quiero ser inflador de
llantas”; seguramente ese día vio la habilidad con la que un profesional de las
llantas realizó la maniobra para cambiar rápidamente y con perfección un
neumático del automóvil.
Todos tenemos sueños que cumplir, pero parece que con el tiempo,
nos vamos llenando de miedo, nos vamos volviendo objetivos y comenzamos a tomar
decisiones más racionales o lo que es peor, dejamos que otros tomen esas
decisiones por nosotros. Nos hacemos mayores y nos vamos volviendo prisioneros
de nuestras propias decisiones y de nuestros miedos, y sencillamente dejamos de
soñar.
Durante esos años de juventud nos dejamos influenciar por aquellas personas que admiramos y que con capaces de generar en nosotros esa admiración, esos que van moldeando nuestra forma de pensar y que van sacando lo mejor de nosotros mismos. De esta forma muchas de las vocaciones nacen en nuestras propias
familias; cuantas personas siguen la misma vocación profesional del padre
porque lo ven feliz, porque ven la forma en la que disfruta su ocupación, en la
que no sólo le sirve para ganarse la vida sino que va formando parte importante
de la persona misma.
¿Qué pasa después? ¿Por qué muchas personas pierden el gusto por
lo que hacen? ¿Por qué la actividad profesional se convierte sólo en un medio
para obtener recursos económicos?
Recuerdo una película mexicana de nombre “Rescatando al soldado
Pérez” en la que se hacía una parodia del rescate de un soldado peleando por la
causa de los Estados Unidos en Afganistán que es rescatado por un comando
encabezado por su hermano, un narcotraficante poderoso. En esa película te das
cuenta que el narco se convirtió en narco porque “eran los más ricos, y los que
mejor nivel de vida tenían en el pueblo”.
Si no fuera una comedia sería una película trágica, ¿Cuántos
mexicanos no quieren ser políticos porque es una forma más fácil de avanzar
económicamente? ¿Por qué algunos jóvenes ingresan a las filas de la
delincuencia organizada? ¿No será porque son sus modelos a seguir para tener
vidas “desahogadas económicamente” y ven que la gente de trabajo no avanza
igual de rápido?
Debemos cambiar algo en nuestra sociedad para que muchos jóvenes
aspiren a construir sus vidas en ocupaciones nobles que impliquen sacrificios
pero que aspiren a formar un país mejor: médicos, empresarios, profesionales de
cualquier ámbito de la economía y del conocimiento, pero deseosos de construir
sus sueños. Siguiendo los sueños también se pueden lograr ocupaciones
profesionales rentables, aún cuando parezca que son caminos con mucho riesgo.
Me dan mucha pena esas personas que en las redes sociales se
quejan de su trabajo, de sus jefes, cuando parece que el momento que más
disfrutan son las vacaciones, que se ponen felices los viernes y tristes los
lunes, como si su trabajo fuera un verdadero martirio. Pareciera que nuestra
sociedad se ha convertido en una sociedad de infelices en la que las personas
no quieren seguir sus sueños sino que sólo hacen las cosas por la motivación
económica.
Debemos darnos cuenta que nunca es tarde, que siempre podemos
reinventarnos, y que si hemos tomado decisiones distintas a nuestros sueños de
niños estamos ante la encrucijada de movernos y buscar nuevamente alguno de
nuestros sueños o convertir en sueño el camino que hemos tomado. Se trata de
una decisión personal de ser felices con lo que hacemos, de decidir
personalmente ser felices y de poner manos al a obra para conseguirlo.
Ahora que nos hemos convertido en adultos, nuestros hijos aprenden
de nosotros comportamientos en relación con el dinero, con el trabajo, con la
generosidad, con la forma en la que tratamos a los demás, etc. y somos esa
primera fuente de inspiración para ellos. Aunque no te des cuenta, influimos de
forma determinante para formar ese primer “prisma” desde donde ellos harán su
interpretación del mundo, y seremos ese primer impulso para sus sueños. Déjalos que cumplan sus sueños y tengan sus propios errores, al igual que tú, ellos irán creciendo y aprendiendo de ellos, con tu ayuda, pero lo tienen que hacer por ellos mismos.
Llegará el momento en el que tendrán que decidir profesión y
tendrás una nueva oportunidad para dejarlos seguir sus sueños o para
“presionarlos” para ir por un camino más seguro. Es frecuente escuchar que si
un niño tiene vocación de músico, de bailarín, de pintor, de artista, de
futbolista o de cura sus papás traten de “aconsejarlo” para que sea prudente,
“porque hay profesiones en las que se puede morir de hambre”.
Antes de convertirte en un mal ejemplo, reflexiona sobre aquellos
sueños que tenías cuando niño, piensa en si esas ilusiones han cambiado o si
hoy tienes otras cosas que te mueven, que te motivan. Si has perdido la
ilusión, recuerda ese “algo “ que te movía cuando eras niño y actúa en
consecuencia.
Tu eres la suma de tus decisiones y de tus omisiones, si no te
gusta lo que haces o estas frustrado por tu actividad profesional, ¡deja de
quejarte!, toma nuevamente el control de lo que quieres hacer de ti, ningún éxito se compara
con hacer lo que verdaderamente te hace feliz. Cuando estés un poco perdido,
recuerda dónde tienes tus ilusiones, dónde tus capacidades, dónde tus pasiones
y estoy seguro que podrás retomar el rumbo.
Los cambios tienen riesgo, son peligrosos, pero la rutina y el desánimo lo son más. ¿Tú que opinas?
Los cambios tienen riesgo, son peligrosos, pero la rutina y el desánimo lo son más. ¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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