Es común que el sueño dorado para muchos empresarios es que sus negocios funcionen sin su presencia, que puedan ir al golf, que le puedan dedicar más tiempo a lo que les gusta hacer y les enriquece el alma.
Pareciera que ese es el mundo ideal, sin embargo, les tengo una noticia, los modelos de negocio caducan y sino tienen propuestas que vayan continuamente evolucionando sus modelos terminarán cerrando o siendo irrelevantes para sus clientes. Lo pongo como posibilidad porque siempre hay negocios que cuentan con la fortuna de mantenerse en el tiempo con éxito sin moverles casi nada.
Sin embargo, cada vez es más frecuente de negocios que terminan, de negocios que cierran, de otros que dejan de crecer, otros que dejan de ganar e incluso otros que se convierten en enfermos terminales que requieren respiración artificial, que han comenzado a vivir de las glorias pasadas.
Cuando son empresas familiares las crisis se vuelven más intensas porque el crecimiento de la familia hace que los negocios se tengan que multiplicar al 100% por cada familia nueva que tienen que mantener con el mismo nivel de vida. De esta forma, un pequeño empresario que sostenía con holgura a su familia, cuando se incorporen dos hijos (suponiendo que son dos) necesitará vender al menos dos veces más para sostener el mismo nivel de ingreso, con los mismos márgenes y así sostener el mismo nivel de gasto familiar. Crecer 200% en un país donde la economía crece al 2% requiere algo más que “echarle ganas”.
Como en los cuentos de pepito, esta historia tiene dos noticias, una buena y otra mala; al público le gusta comenzar siempre por la mala. Y pues la mala es de todos conocida, a todos nos llega el chino de turno, o si no es chino, se trata de esos personajes que están dispuestos a vender lo mismo que tú, pero más barato y cuando quieren reaccionar ya es demasiado tarde porque el momento de reacción llega casi siempre acompañado de una crisis. Bajan los ingresos, bajan los márgenes, se pierde participación de mercado, los empleados tienen resistencia al cambio y levantarse cuesta, cuesta mucho.
La buena (siempre hay buena) es que modificar la propuesta de valor siempre es posible, y si la empresa se mantiene con vida hay esperanza, pero requiere rediseñar su propuesta de valor, o en ocasiones reinventarse. Ese cambio, radical o no, requiere de un esfuerzo importante, primero para desprenderse de tantos paradigmas que acompañan nuestro actuar. Requiere salir de la comodidad para pensar nuevamente, para transformar la propuesta: producto, precios, canales, relación con clientes, modelo de pago, procesos, estructuras, capacidades instaladas, o la combinación de algunas de ellas o la combinación de todas, o en un caso extremo la alternativa siempre abierta de comenzar de nuevo.
Hoy vivimos en un mundo cambiante, en la que nuestros paradigmas se rompen una y otra vez, donde la realidad nos alcanza y el cambio forma parte ya de nuestro estilo de vida.
Decía John M. Keynes: “La dificultad consiste, no en las nuevas ideas, sino en eliminar las antiguas, que se ramifican en cada rincón de la mente de quienes las han defendido a costa de todo”
El problema no esta en el cambio, ese no lo podremos detener, sino en la capacidad que tenemos para adaptarnos y reinventarnos de ser necesario y todo se vuelve más interesante cuando no sólo te adaptas sino lo provocas, tratando de ser original, de ser el primero que intenta algo.
Proponer y no esperar, acometer y no resistir, ser protagonista y no espectador ¿Qué rol quieres ocupar?
La única forma de mantener actual tu modelo de negocio es llevándolo a una continua transformación, en ocasiones serán cambios de forma, en otras serán revoluciones transformadoras, para el que esta continuamente en un proceso de cambio, esta situación se vuelve habitual, así es nuestro tiempo. Por esta razón, la innovación se ha convertido en un proceso fundamental para cualquier industria, la innovación tiene riesgo, pero es más riesgo no tenerla en cuenta para mantenernos vigentes con nuestros clientes.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab