Una de las características más apreciadas en una persona es el
optimismo.
El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las
dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tiene
la realidad a través de las personas y las circunstancias que la componen,
confiando en nuestras capacidades y posibilidades y también tomando en cuenta
la ayuda que podemos recibir de los demás.
El optimismo no es un ejercicio de negación de la
realidad sino que se centra en la forma en la que la realidad se enfrenta; el
optimismo tampoco es consecuencia del éxito, sino uno de sus ingredientes
fundamentales. No conviene tampoco pensar que el éxito es consecuencia del
optimismo porque la vida nos ha hecho ver en más de una ocasión que por mucho
esfuerzo y buen ánimo que pongamos en la actividad los resultados no siempre son
los que esperábamos.
La actividad del emprendedor requiere esa dosis de
optimismo que le permita enfrentar los altibajos de una organización y los
cambios constantes del entorno. El emprendedor no es un ingenuo que mira con
unos lentes especiales la dificultad sino que observa con detenimiento sus
posibilidades antes de tomar una decisión, pero también la toma sin tardar más
de la cuenta; es una especie de reflexión-decisión conectada con la acción.
Luego entonces el optimismo no es un resultado de los
buenos vientos sino el resultado de una actitud interior que nos lleva a la
seguridad de que haremos lo posible por esforzarnos en aquellos elementos que
están bajo nuestro control y dejaremos de angustiarnos por aquellos que no lo
están.
Luego entonces la pregunta sería ¿Las personas
emprenden por ser optimistas o se es optimista por emprender? Siempre que
pienso en ello creo que ambas posiciones tienen razón, difícilmente se puede
emprender sin cierta dosis de optimismo pero la madurez que de el emprender te
va capacitando a ser optimista.
Tal vez el momento más importante para cuestionarse el
optimismo es justo cuando los resultados no son los esperados, las dificultades
nos sobrepasan y se nos mete en la mente la necesidad de reflexionar sobre si
vale la pena seguir este camino, más cuando se te presentan caminos, en
apariencia menos complicados. Lo más difícil en ese momento es hacerse las preguntas
correctas, reflexionar en las razones que han llevado a emprender y analizar si
se trata de un sueño o solamente de un instrumento para ganar dinero, prestigio
y otros frutos.
Es importante saber lo que te gusta y lo que no te
gusta, lo que te gusta y no es indispensable y aquellas cosas que no te gustan
tanto pero que es muy necesario hacerlas. Es importante el camino pero lo es
mucho más tu propósito.
El optimismo es fruto de conocer tu propósito en la
vida y dedicarte a ello, en ese camino será más fácil inspirar a otros a lograr
sus metas, a cumplir su propósito también.
El optimismo de un emprendedor es un optimismo
realista que te lleva a no autoengañarte y a reconocer todo lo que es necesario
cambiar. Lo ideal será ponerse en la disposición de entrar en un proceso de
reinventarse, en la encrucijada de avanzar hacia el futuro a pesar de su
incertidumbre, con esa disposición de desechar viejos hábitos que no funcionan.
No es más optimista el que menos ha fracasado, sino
quien sabe encontrar en la adversidad un estímulo para superarse, fortaleciendo
su voluntad y empeño, preparándose para la siguiente batalla.
Una de las características más necesarias en un
emprendedor es esa capacidad para reponerse al fracaso y retomar fuerzas para
recomenzar. Por esta razón los emprendedores transforman la realidad y hacen de
este mundo un mundo mejor con más oportunidades para todos.
Tal vez la mayor ventaja que tiene un optimista es que
tiene más posibilidades de ser feliz y hacer felices a los que tiene cerca.
¿Tú que opinas?
Jorge Peralta
@japeraltag
@innovadisrup
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