En
las últimas semanas he participado de algunos encuentros con algunas instituciones
académicas, con el objetivo de revisar sus planes de estudios con los que
pretenden desarrollar competencias emprendedoras en sus egresados. En la mayor
parte de ellos se entiende el desarrollo de competencias emprendedoras
independientemente de si sus egresados fundarán empresas o saldrán a la
búsqueda de un empleo. Visto de esta forma, el desarrollo de competencias
emprendedoras faculta a los alumnos para ser factores de cambio en las
organizaciones en las que se desarrollen profesionalmente y construir una
“cultura emprendedora”
Parece
que la mayor parte de las instituciones académicas orientan sus esfuerzos a
desarrollar: liderazgo, trabajo en equipo, solución de problemas, innovación,
creatividad, Responsabilidad social, calidad, agente de cambio, etc. ¿Habrá
alguien al que le disguste alguna de ellas? Naturalmente que no, todas ellas
serían deseables en cualquier profesional que quiera “hacer que las cosas
sucedan”, que los lleve a pasar de la “idea a la acción”.
Todo
parece estupendo, sin embargo, al revisarlo con mas detalle, he llegado a la
conclusión de que se observa el “fenómeno” de la innovación y el
emprendimiento, como se observan otros “fenómenos” como la pobreza, la
desnutrición, el desarrollo, etc. Son temas que los estudian con lentes de
“economistas”, grandes cifras, grandes teorías, casos de éxito lejanos, y
muchas, muchas palabras sobre el deber ser.
Hace
algunos años, conocí a Shailendra Vyakarman ( @ShaiVyakarman) reconocido
profesor de entrepreneurship de la
Universidad de Cambridge en la que me
explicó una sutil diferencia en el espíritu con el que se forma emprendedores;
decía: “una es la enseñanza sobre el emprendimiento y otra es la enseñanza para
emprender; la primera se enseña en las aulas, la segunda se aprende
emprendiendo”. Después de esa platica, no pude quitarme esas ideas de la cabeza, el único camino que me quedó fue el de comenzar, convencido de que la única forma de emprender era sencilla: ¡había que comenzar!
Al
igual que otras actividades humanas ¡hay cosas que solamente se aprenden
practicándolas! A nadie se la ha ocurrido aprender a nadar a través de un video
de YouTube, es necesario entrar a la alberca. De la misma forma sucede con
profesiones tan complejas como los médicos cirujanos, necesitan utilizar su
bisturí, aún cuando sea solo con cadáveres, porque de otra forma serán
“cirujanos de libro”. Exactamente sucede igual con los emprendedores: salen a
validar sus ideas y se enfrentan con lo complejo de la realidad o serán
“emprendedores” que saben sobre emprendimiento lo que han aprendido en los
libros, pero que nunca han puesto en riesgo un peso.
Ante
este escenario sería importante provocar un movimiento para impulsar a la
acción, para enseñar a emprender, a todos aquellos que tengan esa vocación
profesional, emprendiendo, validando, arriesgando al menos su tiempo y los
pocos pesos que consigan por ahí, de otra forma serán cuando mucho unos buenos
analistas, emprendedores de café, o personas cultas que saben de un tema pero
que no lo han vivido.
Emprender es una actividad profesional que requiere maestría, y también conocimientos profundos que se orientan más a la acción que a la especulación. Se podría decir que es algo parecido a dominar un instrumento musical, se requiere una buena base de conocimiento teórico, pero también muchas horas de esfuerzo y de práctica. Son pocas las historias de éxito de un emprendimiento que sale a la primera como fruto de un talento innato de su fundador; en la mayor parte de los casos cada éxito va precedido de varios fracasos. Sólo se aprende a emprender, emprendiendo, intentando, acertando y a veces fracasando, todo ello va formando parte del bagaje que todo emprendedor necesita.
Emprender es una actividad profesional que requiere maestría, y también conocimientos profundos que se orientan más a la acción que a la especulación. Se podría decir que es algo parecido a dominar un instrumento musical, se requiere una buena base de conocimiento teórico, pero también muchas horas de esfuerzo y de práctica. Son pocas las historias de éxito de un emprendimiento que sale a la primera como fruto de un talento innato de su fundador; en la mayor parte de los casos cada éxito va precedido de varios fracasos. Sólo se aprende a emprender, emprendiendo, intentando, acertando y a veces fracasando, todo ello va formando parte del bagaje que todo emprendedor necesita.
La
principal dificultad que enfrentan las personas que profesionalmente se enfocan
a la enseñanza sobre temas emprendedores es compararlo con cualquier ciencia.
El conocimiento científico se fundamenta en certezas comprobadas que van dando
base epistemológica al conocimiento. En contraparte, el emprendimiento, al ser
una disciplina orientada a la acción esta lejos de las certezas, ya que al
menos en sus primeras etapas, se gira alrededor de hipótesis en el terreno de
la incertidumbre. Enseñar sobre incertidumbre y no sobre certezas, tiene un
grado de dificultad porque el grado de abstracción es mayor
Si
quieres emprender de verdad debes aterrizar, concretar, poner manos a la obra,
convertir tus ideas en proyectos concretos, que se puedan medir, que se puedan
tocar y que logren cambiar la vida de muchas personas. Si tienes que enseñar
sobre temas emprendedores, se puede enseñar aprendiendo con ellos, siguiendo
sus procesos, viviendo la experiencia de caminar por terrenos inciertos
tratando de hacerse preguntas inteligentes y validando en el terreno de la
realidad.
La
única forma de emprender es emprendiendo. ¿Tu que opinas?
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